Por Guillermo Pacagnini para Alternativa Socialista.
Proyecto Sur pretende un proyecto nacional capaz de dar cuenta de los desafíos que plantea el cambio de época histórica. Hay un cambio significativo en el equilibrio de poder mundial. Vemos la caída o declinación acelerada de los dos polos de poder del Occidente central que durante cinco siglos dominó el mundo. Es la caída de Europa con sus sucesivos imperios y ahora de EE.UU., y surgen nuevos polos de poder de alcance continental, como China e India, una cierta recuperación de Rusia después de la desintegración del bloque soviético, un mundo árabe en fuerte conmoción que no se sabe hacia dónde va, y esto plantea la necesidad de promover un proceso de integración continental autónoma porque ninguno de nuestros países tiene viabilidad histórica en ese marco si pretende seguir actuando aisladamente.
Es importante ver que cuando los imperios decadentes tienden a perder sus periferias, utilizan en general fuerzas militares. Es lo que hizo España a comienzos del siglo XIX y es lo que hoy vemos en EE.UU. con todas sus bases militares en América Latina. Intentan una militarización del continente que les pueda permitir una nueva subordinación en caso de tener que retirarse del resto del mundo. A su vez las potencias emergentes intentan imponer su dominio a través de inversiones y comercio, como hizo Inglaterra en el siglo XIX. Es lo que sucede ahora con China, lo cual abre serios interrogantes acerca de qué relación tener con esa potencia emergente.
Este nuevo escenario mundial, ¿cómo impacta en Latinoamérica?
Plantea serios interrogantes. Hay una hipótesis de derrota de EE.UU. que los obliga a una retirada después de su derrota evidente en Irak y Afganistán, donde la muerte de Bin Laden no es casual. Podría darse un intento similar al que se dio cuando fueron derrotados en Vietnam, que significó un repliegue sobre América Latina y tuvimos esa ola sincrónica de golpes militares con terrorismo de Estado como forma de recomponer su hegemonía en el continente.
¿Y respecto de los procesos de emancipación?
América Latina tiene que darse un sistema de defensa continental. EE.UU. generó un esquema de bases militares altamente preocupante. Ninguno de nuestros países está en condiciones de responder a una eventual intervención norteamericana. América Latina es una de las grandes reservas de recursos naturales estratégicos: alimentos, agua, minerales, petróleo. Y si EE.UU. se retira o pierde su predominio en Medio Oriente, va a intentar darse una vuelta por acá…
Lo intentaron en Venezuela. ¿Pero no hay una nueva conciencia en los pueblos latinoamericanos con respecto a la defensa de los recursos?
Acá no hay una equivalente organización del sistema de defensa continental. A la vez supone una integración también en términos financieros. Lo del Banco del Sur es clave, ante la situación que plantea EE.UU., con el dólar todavía como moneda de intercambio, si bien cada vez más los dólares son papeles pintados porque no tienen el respaldo de una economía suficientemente consolidada.
El segundo gran aspecto a tener en cuenta es que se cerró el ciclo de la revolución industrial. El despliegue de la revolución científico-tecnológica y la presencia de las nuevas tecnologías plantean dos aspectos fundamentales. El primero es que América Latina necesita tener un desarrollo de ciencia y tecnología de avanzada desde una perspectiva autónoma. Si no, vamos a ser nuevamente productores de carretas y diligencias, y ellos van a producir el ferrocarril. O de arcos y flechas, y ellos van a producir ametralladoras.
El salto tecnológico va a estar al servicio de pocos y las grandes mayorías no van a poder gozar de los beneficios…
Exactamente. Si ninguno de nuestros países tiene los recursos materiales y humanos para ingresar en el desarrollo de las tecnologías de avanzada, si se suman los potenciales científico-técnicos universitarios de los distintos países de América Latina sí tenés una masa crítica de investigación y desarrollo muy clara. No tiene que ser elitista, por las nuevas formas del conocimiento. Pero obliga a impulsar en la Argentina un desarrollo industrial, una reindustria-lización con ciencia y tecnologías autónomas.
El segundo problema que imponen estas tecnologías es cómo ahorran tiempo de trabajo humano. Esto llevó a una reconversión salvaje, echando gente y no bajando la jornada laboral que también es una forma de disminuir el tiempo de trabajo humano. Y esto está generando una masa de población excluida. El ejemplo es la Ford Argentina: gracias a los robots y al instrumental informatizado, hoy con 2.500 trabajadores produce más que lo que producía en los ’70 con 12.000. ¿Qué se hace con esos 10.000 trabajadores desplazados? Eso obliga a repensar nuevas formas tendientes a disminuir la jornada laboral. No es delirante. Tampoco se puede hacer en un solo país, por la articulación del mercado mundial.
En los ’70, el producto A tenía 80 horas-hombre. Ahora necesita 40. O me quedo con 5 hombres trabajando 8 horas, como hizo la Ford, o me quedo con los 10 trabajando 4 horas. Como se incrementó la productividad y la ganancia, trabajan 4 horas pero duplican o triplican sus ingresos. En los famosos “30 años de oro”, del ’45 a la crisis del ’73, que fueron los de mayor crecimiento a nivel mundial, la jornada laboral bajó masivamente de 72 horas semanales a principios del siglo XX a 40 horas: una reducción del 45%.
No lo podés hacer en un solo país, pero tenés que buscar alternativas. Si no, vas a tener una desocupación estructural o encubierta, como pasa hoy con los trabajadores jóvenes. Según la ANSES, el 75% de nuestros trabajadores entre 18 y 29 años está desocupado, precarizado, tercerizado. Esto mismo está en la base de los procesos de Medio Oriente: es una conmoción de población sobrante que empezó a demandar una reversión de su marginación social, más allá de la lucha contra las dictaduras. Es muy similar a lo que sucedió acá en el 2001.
Vos hiciste un puente entre lo macro y el escenario mundial para llegar a un eje: la industrialización.
Por eso nosotros planteamos dos ejes. Uno es la reconstrucción de industrias de base, como los ferrocarriles, la aviación y la industria naviera para recomponer la flota mercante del Estado. Estas tres tienen un efecto multiplicador sobre otras industrias. Sería una de las líneas impulsadas desde el Estado y además es un eje de integración latinoamericana.
Pero hay un tercer factor de problemas: el desequilibrio brutal del ecosistema. La vida del planeta está en peligro. Y hay una irresponsabilidad total de las industrias depredadoras y contaminantes como la minería a cielo abierto. EE.UU. es uno de los grandes responsables de esto y está sufriendo las consecuencias. Hace 15 ó 20 días tuvieron 170 tornados en una noche y hoy tienen inundada la mitad del territorio en el sur.
Una de las caras del derrumbe del paradigma capitalista…
Exacto. Pensá que estás a dos años del derrumbe de Wall street, quebró la General Motors, etcétera. Y esto hace a la defensa de los recursos naturales: la Amazonia, el Acuífero Guaraní, los glaciares y grandes reservas de agua. Mientras tanto, tenés una suerte de invasión o entrega irracional de esos recursos a manos extranjeras, entre otros a China. Estamos frente a China de la misma manera que estuvieron los Rivadavia frente a Inglaterra. Es una subordinación muy peligrosa.
Esta nueva etapa, ¿no abre una nueva oportunidad para construir alternativas?
Absolutamente. Según como hagas los procesos de reconversión tecnológica podés tener la variante Ford y un sobrante de población sin posibilidades de insertarse dignamente en la dinámica económica. Ya pasó en el siglo XIX con la revolución industrial y un excedente en Europa que en 100 años alcanzó a 600 millones de personas: los inmigrantes que vinieron a América, los desheredados, los marginados, los piqueteros de esa época. ¿Cómo se hizo la descompresión demográfica de esa población sobrante? Se la envió a las periferias o se la liquidó en las guerras. Hoy la población sobrante ronda los 2.500 millones de personas. Son tratados como “los nuevos bárbaros” que invaden las fronteras de los imperios. Con una disminución de la jornada laboral se podrían sentar las condiciones para un despliegue de la creatividad humana
Por eso planteamos, por una parte, la reconstrucción de las industrias de base. Y ahora, desde el Congreso, estamos impulsando un área de empresas sociales, comunitarias. A diferencia de los neoliberales, que proponían bajar el costo laboral, esas empresas eliminan el costo empresario. Con un apoyo técnico-financiero permiten incorporar tecnología, disminuir la jornada laboral y no echar gente.
¿Qué cambios habría que hacer para financiar un proyecto así?
Como se exporta sin valor agregado, con un porcentaje de valor agregado tenés una masa de capital impresionante. Disminuir los subsidios a las grandes corporaciones, que son un escándalo. Parar la fuga de capitales que hacen las grandes empresas. Suprimir la minería a cielo abierto. Uno de los Gioja acusaba al otro de llevarse el oro pagando regalías del 3%. Pero como de ahí pueden deducir gastos, ¡pagan realmente el 1%!
Además de esos cambios estructurales hay que hacer cambios en el régimen político.
Una de las grandes batallas es emancipar a una gran parte de la población de las garras del clientelismo. Si hay empresas sociales en las que hay autonomía laboral y ya no dependen del plan social del puntero, se puede organizar una participación mucho más real rompiendo ese sometimiento de los sectores populares.
¿Cómo ves la construcción del Movimiento Proyecto Sur?
El Movimiento no tiene un objetivo electoralista. Lo electoral es una parte del camino que empezamos a recorrer. Lo importante es el proyecto estratégico. Más allá de los resultados y de las decisiones tácticas, de acá a octubre lo importante es continuar imponiendo los lineamientos, los ejes de un proyecto que sepa dar cuenta de estos desafíos de época. Y eso va más allá del resultado puntual electoral. Sabiendo que sos una fuerza nueva y que te ponen obstáculos no sería bueno entrar en el exitismo, o desmoralizarse si hay un resultado menor al esperado. No hay otra fuerza política capaz de dar respuesta a estos desafíos.
Alcira Susana Argumedo
Dirigente de Proyecto Sur. Rosarina, es profesora de la Fac. de Sociales UBA e investigadora del Conicet. Dictó cursos de posgrado y doctorado en universidades del país y en México.
Diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires desde 2009 por el Mov. Proyecto Sur.
Militante peronista, integró las Cátedras Nacionales en la Fac. de Filosofía y Letras UBA (1968 y 1974) y fue Secretaria de Cultura de la Pcia. de Buenos Aires en 1973/74. Exiliada durante la dictadura en México, trabajó en el Instituto Latinoamericano de Estudios Trasnacionales y fue asesora de los representantes latinoamericanos Gabriel García Márquez y Juan Somavía. En 2007 contribuyó a crear Proyecto Sur. Desde 2005 integra el consejo directivo -ad honorem- del Instituto Espacio para la Memoria.
Como investigadora participó en los documentales Memoria del saqueo, La dignidad de los nadies y Argentina latente de Pino Solanas, premiados en festivales internacionales. Estudiosa de la realidad latinoamericana, es colaboradora de Página 12, autora de varios libros y numerosos artículos e integra el Consejo Académico de Ipecal-México.
Es precandidata a integrar la fórmula presidencial del Movimiento Proyecto Sur.
Una respuesta a «“Un proyecto para responder a los desafíos de la nueva época»; Alcira Argumedo, candidata presidenciable del Mov. Proyecto SUR»
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