Clarín
Nos vemos en la próxima luna. Los Nocheros cerraron la fiesta ante once mil personas. También actuaron Abel Pintos y Los Guaraníes
Los Guaraníes, Abel Pintos y Los Nocheros fueron algunos de los destacados de la última noche del 46º festival de Cosquín, el domingo, ante 11 mil espectadores que colmaron la plaza Próspero Molina. En la novena y última luna, Jorge Rojas, ex miembro de Los Nocheros, que había abierto la edición de este año, fue elegido consagración y cantó su tema Locura a capella, en uno de los picos emotivos de la jornada.
«Voy a llevar este galardón por cada rincón del interior del país donde me toque actuar y de esta forma devolverle a Cosquín todo lo que me dio desde siempre —declaró luego Rojas—. Estoy viviendo una etapa totalmente nueva, por lo tanto considero que la etapa «nochera» quedó atrás. Pero no reniego de ella, porque fue la que hizo que obtuviera el reconocimiento público».
El grupo de malambo El Malón, de San Juan, fue elegido revelación (surgido del Pre-Cosquín 2006). La revelación de peñas fue para Los 4 Rumbos, de Unquillo, Córdoba. En el certamen Cosquín de la Canción, el primer premio (dotado de 7.000 pesos) fue para Coplas atadas con chala, escrito e interpretado por Pancho Cabral; el segundo (4.000 pesos), para La Celedonia Batista, de Teresa Parodi, interpretado por Guadalupe Farías Gómez; el tercero (2.000 pesos), para Luna del amanecer, de y por Raúl Solari. El premio a la mejor interpretación fue para Tamara Castro, por la pieza Paradoja, de Jorge Milikota.
Ya en el inicio de la última luna coscoína, luego de la arenga Aquí Cosquín…» lanzada por Rojas, Los Guaraníes abrieron con composiciones como Zamba del negro alegre, Yo, el aventurero, Al jardín de la república y una particular versión de Malagueña. Luego, Pintos ejecutó temas de sus últimos dos discos, como Quien pudiera, Anclada en mis sueños, Bella flor, Tu voz y Bailando con tu sombra (Alelí).
En el último tramo, Los Nocheros se presentaron, con Alvaro Teruel, su nuevo integrante. Realizaron una recorrida por los clásicos de su carrera durante casi dos horas y media de un show que tuvo como momentos clave a Juan de la calle, Cosa peligrosa, Boquita de luna, Sólo pa’ bailarla, Canto nochero, La yapa y un mix de #baladas combinadas (Roja boca, No saber de ti y Entre la tierra y el cielo).
En los bises recurrieron a viejas interpretaciones como Las moras, Yo soy tu río y Vuela una lágrima: así culminaron un con cierto en el que el protagonismo vocal recayó en Negro Rubén Ehizaguirre. «Me temblaron las piernas —admitió Alvaro Teruel—. ¿Cómo no iba a pasar eso? Por este escenario anduvieron Atahualpa Yupanqui, Cafrune y Los Chalchaleros«. Y, consultado sobre su reemplazo de Jorge Rojas, agregó: «Jorge marcó una etapa hasta que decidió iniciar su carrera solista. Ahora se planteó una situación nueva para el grupo pero el estilo no cambió».
También en la última jornada, Laura Ros mostró talento y dulzura en canciones como Huellas y Por el aire. Y el Chango Nieto festejó sus 51 años con el canto, junto a su hija Carla, repasando algunos de sus éxitos: Zamba del cantor enamorado, Chakay Manta (dedicada a Alfredo Abalos), la zamba Duende azul y La chicharra cantora.
El grupo Córdoba Nueva le rindió tributo a Cacho Iriarte (fundador de Los del Suquía) al cumplirse un año de su muerte, y tocó, entre otros temas, Canción para una mentira. El ballet Folclórico Nacional, dirigido por Nydia Viola, exhibió los cuadros Estancia y Malambeando pa’ los pobres. La Clave Santiagueña, de Rodolfo Maldonado, hizo su debut en el escenario mayor. Y, en el marco de las propuestas jóvenes, se destacó el grupo Caburé, con temas como Quiero ser brujo y Nadie lo sabe, del Yuyo Montes. El cordobés Pablo Lozano volvió al escenario mayor de la mano de un clásico de su carrera: Córdoba en otoño.
MUSICA: TAMBIÉN TERMINÓ EL COSQUIN ROCK
Pappo tuvo su merecido homenaje
Su hijo Luciano, Vitico y Botafogo, entre otros, tocaron sus canciones. Los Ratones Paranoicos cerraron un encuentro que juntó 100.000 personas.
Silvina Marino. CORDOBA. ENVIADA ESPECIAL / Motos y guitarras. Esa es la síntesis del plato fuerte de la noche, la última del festival Coquín Rock. Que, esta vez, no estuvo al final: todos los ojos estuvieron —merecidamente— en el promocionado tributo a Pappo. Antes de que se ilumina ra el escenario principal, las pantallas a los costados proyectaron una serie de imágenes caseras del Carpo. Después, cerca de las 10 de la noche, una luz sola en el escenario iluminó una guitarra a modo de tributo silencioso. Y, entonces, sonó Juntos a la par: una pista de la propia voz de Pappo acompañada por Luciano Napolitano (su hijo), Miguel Botafogo en guitarras, Luis Robinson en armónica, Yulie Ruth en bajo, El Bolsa en batería y Nico Raffetta en teclados.
«El rock ha quedado huérfano». La introducción está a cargo de Enrique Angelozzi, amigo histórico de Pappo que también acompañó a Luciano en la presentación de Lovorne el sábado. Después, una sucesión de músicos invitados, tomando la posta: desde Pity Alvarez de Intoxicados (que subió a cantar El hombre suburbano) hasta el talentoso organista Deacon Jones pasando por Juanse y Sarcófago en Ruta 66, todos dijeron presente. «El último show que hicimos con Pappo fue justamente acá», dirá Vitico antes de despacharse con Susy Cadillac y Sube a mi voiture. Y antes de que una serie de motos desfilara por el escenario.
Durante la jornada, otra de las presentaciones destacadas fue la que cerró el escenario alternativo: Almafuerte. Todo lo sutil que tuvo la presentación a nivel sonido (sobre todo, las interpretaciones mágicas del guitarrista Claudio Marciello) tuvo su contrapartida: un Ricardo Iorio particularmente exaltado a nivel discurso, que disparó contra Brujería, El Bordo, Los Gardelitos, Turf, Leo García…¡y Navarro Montoya!
En el escenario principal, después del homenaje a Pappo, le llegaría el turno a los Jóvenes Pordioseros, una de las bandas que más creció en convocatoria desde el año pasado (y esto se materializó en la grilla: en el 2005 tocaron a la tarde en este mismo festival, y en esta ocasión lo hicieron casi al cierre, antes de Attaque y Ratones Paranoicos). La banda de Toti Iglesias sonó bien, pero se destacó, sobre todo, por una actitud elogiable: cero displicencia con el público y mucha humildad.
Después, llegaría el turno de Attaque 77: show potente cargado de coherencia ideológica, que dedicó Setentistas a los obreros de Zanón (la fábrica recuperada) y arengó en contra de las anacrónicas y nefastas corridas de toros (San Fermín). Para el final, vendrían los Ratones, con su set de clásicos rockeros (que algunos de los periodistas no pudimos apreciar por problemas de traslados en la producción).
¿El saldo? De la jornada y del festival: mucho rock, asistencia plena (casi 100 mil personas) suficientes y necesarias buenas bandas, algunas ausencias (Divididos, Piojos, Bersuit) y una condición azarosa que jugó en favor de todos: cinco noches maravillosamente estrelladas.