En más de sesenta años de carrera, Normal Mailer se ha arriesgado a tocar innumerables temas y personajes históricos, desde la Segunda Guerra Mundial al antiguo Egipto, desde la marcha de los pacifistas frente al Pentágono hasta Marilyn Monroe, desde Henry Miller y Muhammad Alí hasta Jesús. En el umbral de los 84 años, el gran escritor ha decidido explorar al protagonista absoluto del siglo XX: Adolf Hitler.
En The Castle in the Forest («El castillo en el bosque»), su primera novela en diez años (la edita Random House y estará en las librerías de los Estados Unidos a partir del 23 de enero), Mailer cuenta la infancia de Hitler por medio de la voz de Dieter, un diablo al que Satanás le encargó canalizar su influencia naciente en Hitler. Adi, como lo llaman los padres, es el fruto del amor incestuoso entre el rudo y tiránico Alois y la prima Klara, mujer lasciva e indulgente.
«De todas las figuras históricas que he recreado en mis novelas, Hitler es el más enigmático y misterioso de todos», cuenta Mailer en la primera entrevista dedicada al nuevo libro. «En el pasado he tenido más éxito para comprender la psicología de Marilyn Monroe que la de Jesús, pero con Hitler pienso haber dado en el blanco. Creo haberlo comprendido más que a todos los otros.»
-¿Por qué precisamente Hitler?
-Escribir un libro sobre él ha sido la obsesión de mi vida literaria, iniciada hace ya sesenta años, cuando ya tenía en mente una novela sobre un campo de concentración nazi. A los nueve años, en 1932, antes del ascenso al poder de Hitler, mi madre, que era poco culta pero muy inteligente, sabía ya que Hitler era el demonio y que habría matado a todos los judíos.
-Es el proyecto de una vida, en suma.
-Digamos que convivo con la idea de esta obra desde siempre, porque si eres judío, como yo, no puedes olvidar nunca a Hitler, así como un afroamericano no olvidará en ningún momento que es negro. Incluso porque su solución -o mejor, su venganza final- se cumplió por medio del daño psicológico devastador que les infligió a los judíos.
-Por lo tanto, ¿los daños que el nazismo produjo todavía no han terminado?
-Hitler nos dividió en dos: por una parte están los «reactivos», que dan vida al engaño neoconservador, con su suposición falaz de que invadir Irak sería algo bueno para Israel. Por otra, los «radicales», aquellos como yo, decididos a ejercitar el pensamiento libre a cualquier costo. Pero también ésta es una trampa, porque es fatigoso y alienante ser siempre el contreras.
-Su Hitler está obsesionado por problemas de la leche materna, de heces y eyaculaciones precoces. ¿Es cierto, como sostiene la revista Publisher s Weekly , que su novela es una revisión freudiana del nazismo?
-Es una idiotez que confirma la estupidez de los críticos. El narrador de mi historia es el asistente de Satanás en lucha contra el Padre Eterno: todo eso es antitético respecto de la psicología freudiana, que no considera ni a Dios ni a los diablos.
-Uno de los temas centrales de su libro es el incesto.
-Lo era en la sociedad alemana de entonces, donde las clases menos pudientes, sobre todo en las zonas rurales, lo practicaron durante siglos. La novela se abre precisamente con un seminario dictado por Heinrich Himmler. Quizá pocos saben que el hombre considerado ya en 1938 como uno de los jerarcas nazis más poderosos cultivaba un hobby secreto: estudiar el incesto y su papel en la constitución de la sociedad germana.
– ¿Entonces también el Führer?
-Sí. Himmler se deleitaba también estudiando a los retrasados mentales. Estaba convencido de que las mejores posibilidades humanas coexisten siempre con las peores. Y, por lo tanto, los genios precoces, como Hitler precisamente, debían ser necesariamente el fruto de relaciones incestuosas. Blutschande , escándalos de la sangre.
– ¿Por qué explorar sólo los primeros quince años de vida de Hitler?
-Sus raíces me fascinaban porque para resolver su misterio era necesario partir de la infancia. Si logro escribir otro libro antes de morir, exploraré también al Hitler adulto. Como escritor, siento la enorme responsabilidad de tratar de entender al Hitler hombre, justamente porque él desquicia nuestra noción sobre los límites del ser humano. Es inimaginable e incomprensible. Viola nuestra noción de comportamiento humano. Al revés de Benito Mussolini.
-¿En qué sentido?
-Mussolini era un individuo hecho de luces y de sombras, bueno y malo, vil y corajudo, pero sobre todo era un hombre comprensible en su patria y en el resto del mundo. Hitler, en cambio, es inasible. Pero la tesis de mi libro no es ni sensacionalista, ni simple o monocorde. El joven burócrata de las SS que narra la historia debe reflexionar sobre muchísimos problemas y obstáculos encontrados a lo largo del camino del demonio. Porque también Dios y sus ángeles trabajan día y noche, apaleando a los asistentes de Satanás. El de ellos es un mundo completamente distinto, complejo y, espero, divertido para el lector, que se desenvuelve bajo el mundo en el que vivimos.
– ¿Todas las raíces del mal remiten a los primeros años del Führer?
– No. El narrador y asistente del diablo habla de Hitler como de un «cliente», el más importante del diablo, nunca de un elegido .
-¿Quién gana al final?
-Muchas veces me han tachado de maniqueo. En realidad no lo soy, porque los maniqueos creen que en la lucha fundamental entre Dios y Satanás, el primero triunfa siempre. Yo, en cambio, no creo de ningún modo que la victoria del bien esté garantida; al final Dios podría hasta ser derrotado.
-¿Por Satanás?
-En un tiempo, en la Edad Media había en el mundo sólo dos fuerzas: Dios y el diablo. Hoy, gracias a la tecnología, el hombre se siente a la altura de aquéllos y la guerra se libra entre tres.
-¿Quiénes son los nuevos Hitler de la era moderna?
-No existen: Adolf Hitler era una excepción. La continua comparación entre él y Saddam Hussein se basa en el escuálido signo de locura de la guerra en Irak. Saddam era un monstruo, pero ciertamente no era otro Hitler. Y también Chávez resulta lamentable cuando llama al presidente Bush «un diablo».
– ¿Cuánto hay de historia en Castle in the Forest ?
-Habría llamado biografía a esta novela si no fuese por el hecho de que el narrador es el asistente del diablo. Los hechos históricos son exactísimos. No hay nada inventado, pienso que los lectores encontrarán además mucho material fresco.
-¿Piensa que el libro ofenderá a alguien?
-Es inevitable. Es un riesgo que asumí deliberadamente: si se quiere escalar una montaña, uno debe esperar que las piernas se debiliten. Pero no creo que el Vaticano esta vez proteste, porque no ataco la teología católica. La madre de Hitler era muy religiosa; su padre, orgullosamente ateo y odiaba a la Iglesia. Pero no hay nada de nuevo en todo eso.
– Nadie piensa en Norman Mailer como un escritor judío. ¿Al envejecer se ha acercado al judaísmo?
-No he tenido nunca ninguna duda acerca de mis orígenes. Ser judío para mí es un modo de ser, de pensar y de sentir. Mi abuelo era asistente de un rabino que, sin embargo, nunca llegó a ejercer su papel porque, cuando emigró a una aldea perdida de los Estados Unidos, el puesto ya había sido ocupado por otro rabino. Murió cuando yo tenía cuatro años y no tuvo tiempo de influir en mí. Aunque mamá creció en una casa de judíos ortodoxos, nunca me sentí interesado en escribir sobre temas judíos.
– ¿Cómo explica ese hecho?
-Porque daba por descontado que era judío. Los Estados Unidos son un cañamazo tan extraordinario que no quería restringir mi horizonte. Nunca sentí que evitaba el tema ni que debía tocarlo. Salvo por esta obsesión hitleriana, naturalmente.
Por Alessandra Farkas
Corriere della Sera – Nueva York,2006
Traducción: Hugo Beccacece