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A pesar del fuerte incremento de la actividad económica y de la caída del desempleo, las diferencias sociales crecen junto con el PBI

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La Nación
 
El incremento de la brecha entre ricos y pobres estuvo casi siempre vinculado con la caída del nivel de actividad; ahora no es así y los analistas buscan explicaciones y remedios posibles
 
 
 

El Gobierno primero intentó esquivar el tema aludiendo a mediciones incompletas por parte del Indec. Pero en febrero el propio presidente Néstor Kirchner lo admitió: hay un incremento en la desigualdad, es decir, en la disparidad de ingresos entre los diferentes grupos sociales. El asunto no generaría tanta controversia en una economía en crisis, pero en una Argentina que crece a tasas del 9% anual y reduce a casi un dígito la tasa de desempleo enciende varias luces de alerta. La informalidad laboral, la desaceleración de la tasa de creación de empleo, la inflación y el gasto público social ineficiente aparecen como los principales sospechosos del proceso de polarización.

Economistas y sociólogos no recuerdan un período de recuperación en el que la brecha entre ricos y pobres se haya agrandado, con lo cual el fenómeno resulta nuevo, aunque el deterioro del ingreso y la polarización social cargan con 30 años de historia. En 1974, la distancia entre los que más y menos ganaban era de cinco veces; en 1994, de 18 y, en 2005, de 31. Según los datos del tercer trimestre de 2005 de la Encuesta Permanente de Hogares, el 20% de las personas que perciben ingresos en la Argentina se queda con el 53,6% de la torta, mientras que, en el otro extremo, un 40% de la población debe conformarse con el 11,7% de los recursos. El 10% de las personas ubicadas en la franja más elevada gana, en promedio, $ 3268 y el decil más pobre, $ 106. La brecha actual es muy similar a la de octubre de 2002, cuando el país transitaba por el peor momento de la crisis y no ha mejorado desde entonces. Diferente es el panorama en otras áreas de la economía. En 2002, el PBI cayó a 235.235,6 millones de pesos (de 1993) y luego trepó constantemente hasta llegar a los 304.543,15 millones el año último. La tasa de desocupación bajó del 20,8% en el cuarto trimestre de 2002 al 10,1 por ciento en el mismo período del año último.

La pobreza disminuyó 20 puntos del 53,4% en mayo de 2003 al 33,8 por ciento en el tercer trimestre de 2005 y la indigencia se redujo a menos de la mitad (de 25,6% a 12,5%), según un informe de la Sociedad de Estudios Laborales (SEL). ¿Por qué, en un contexto de crecimiento, se profundiza la desigualdad, que se traduce, según especialistas, en mayor violencia social, comercio ilegal y formación de guetos? Aparecen varias respuestas entrelazadas a este interrogante; las principales y más contemporáneas, según los analistas, son el aumento de la brecha de los ingresos entre los trabajadores en blanco y en negro, y la desaceleración de la tasa de creación de empleo.

Esta última cayó a poco más de la mitad (del 8,4% en 2004 al 4,5% en 2005) y fue casi nula en el sector informal. Es justamente el informal el que aún mantiene tasas de dos dígitos de desempleo (20%) mientras que el sector formal funciona en una situación de cuasi pleno empleo.

Por otro lado, los salarios registrados subieron el 89% entre 2001 y 2005, mientras que los no registrados se incrementaron un 31% y los públicos treparon 25 por ciento, según datos de la consultora Abeceb.com. En enero, los salarios no registrados subieron el 4,06% frente al 1,46% de los registrados (en comparación con diciembre de 2005), pero ese aumento, aunque auspicioso, aún resulta insuficiente al entrar en juego otro factor: la inflación.

"En 2001, con un salario real medio se podía aspirar a cuatro canastas básicas alimentarias; hoy, a pesar del crecimiento del salario, apenas se llega a alrededor de dos canastas ($ 393,02 cada una)", destaca Agustín Salvia, sociólogo investigador del Conicet y jefe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. "Con una inflación del 12%, no creo que los informales puedan recuperar el salario real", agrega Ernesto Kritz, presidente de SEL.

"La conjunción de estos factores hace que los ingresos de los deciles más bajos, donde predomina el trabajo informal, hayan evolucionado por detrás de los ingresos de los deciles medios y altos, donde se concentra el empleo formal. Por eso se concentró la reducción de la pobreza en la clase media. En la base de la pirámide social, la pobreza y la indigencia permanecieron prácticamente inalteradas: en el tercer trimestre de 2005, el 99% de la población de estos hogares seguía debajo de la línea de pobreza".

Hay también factores estructurales en juego que profundizan la desigualdad, según Salvia, Aldo Neri, ex ministro de Salud, y Bernardo Kosacoff, director de la oficina argentina de la Comisión Económica para América latina (Cepal).

Kosacoff explica que, desde los años 70, la economía muestra un "comportamiento cíclico, con amplia volatilidad, en el que durante los períodos de expansión el nivel de ingresos no alcanzó a recuperar el terreno perdido en las crisis, [y que] durante esos años se deterioraron los servicios públicos y la educación, y hoy vemos que los pobres tienen que pagar más caro el gas porque lo compran en garrafa".

Salvia agrega: "Después de 30 años de fracasos económicos, se ha cristalizado una estructura informal en el empleo, las cadenas de distribución y el consumo. Se gestaron dos economías, una formal y una informal, que se consolidaron con el proceso de desindustrialización".

Entre los factores inmediatos y estructurales, se ubican las fallidas políticas y la mala y menor asignación del gasto público social. Este último, medido en transferencias no monetarias dirigido mayoritariamente a los hogares de bajos ingresos, es todavía sensiblemente inferior al del período de crisis 1998-2001, e incluso al del promedio de los años noventa.

En 2004 (último dato disponible) el gasto consolidado a precios constantes en educación básica, atención pública de la salud, y promoción y asistencia social pública fue un 20% más bajo que en 1998-2001 y el 5% inferior al promedio de 1991-2001. Kritz explica que el gasto público tiene un efecto redistributivo a favor no sólo de los más pobres, sino de quienes no lo son, e incluso de los más ricos. El caso más claro es el de la educación pública universitaria.

"El 85% de los alumnos de las universidades públicas pertenece a hogares que están sobre la línea de pobreza", subrayó. Jorge Colina, del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), agrega que sólo el 17% del gasto llega a los más pobres y Neri critica "un sistema de cobertura social que sigue vinculado a la condición laboral, algo que resulta antiguo e inequitativo en un mercado de trabajo afectado por la informalidad".

Finalmente, aparece otro factor que contribuye a la desigualdad: una estructura tributaria que presiona a los compradores. Más del 50% de los recursos se origina en impuestos sobre el consumo, según Nadin Argañaraz, presidente del Ieral de la Fundación Mediterránea.

Soluciones

Con las causas al descubierto, aparecen las posibles soluciones que dependen tanto de la política como de la economía. Para reducir el empleo informal, Kritz, Kosacoff y Argañaraz proponen políticas públicas que promuevan el empleo decente, reduzcan la carga tributaria sobre el empleador y logren mayores controles a las compañías.

"Podría ser un esquema en el que se tomara un determinado monto de dinero como pago a cuenta de otros impuestos", dijo Argañaraz, quien agregó: "Se "debería ir modificando la estructura tributaria para que grave menos al consumo y más a la renta". Para achicar la brecha de ingresos, Kritz descarta la negociación salarial:

"Sólo por la vía del gasto público se puede atacar este tema. Si el sector de la construcción negocia un aumento del 20%, por ejemplo, le llega mucho menos al informal; por eso no se puede apelar a la negociación. Hay que destinar más recursos y asignarlos de forma que lleguen a los que menos tienen", dijo.

Kosacoff agrega que el gasto debe ser evaluado permanentemente y que urge "cambiar el patrón de especialización haciéndolo más intensivo en actividades productivas [y que] para esto se necesitan políticas públicas que transfieran apoyo y promoción con un efecto positivo en la creación de empleo formal y decente".

Salvia reclama un plan de desarrollo estratégico que articule los sectores económicos con las economías regionales. "Necesitamos un programa masivo que ponga un piso a las remuneraciones más bajas y hay que redistribuir los recursos. Hay que cambiar la ecuación y ver en dónde invertir en escuelas, en dónde poner los mejores hospitales y en dónde construir viviendas", agregó.

Por su parte, Aldo Neri, dice que es momento de definir "un conjunto de políticas sociales directas que garanticen un nivel básico de ingreso, acceso a buenos servicios de salud y equidad educativa". Luciano Laspina, de Macrovisión, y Mariano Lamothe, de Abeceb.com, destacan además la necesidad de mantener el crecimiento económico. (Una torta que no crece es más difícil de repartir.)

Parecería que el Gobierno está yendo en la dirección correcta con las modificaciones al seguro de desempleo y el Plan Familias, pero restan cambios más profundos que demandan una fuerte voluntad política. Según Neri, "la pobreza la resuelve la economía; la desigualdad la resuelve la política".

Por Mercedes García Bartelt
De la Redacción de LA NACION

 

 

 

 

 

 

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