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Autopsias: los secretos de trabajar con la muerte

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Clarín
 
Un periodista de Clarín vio a los forenses en acción y revela los detalles de ese trabajo especial, que siempre aporta datos clave en casos de muertes violentas o dudosas.

Rolando Barbano

rbarbano@clarin.com


El lugar donde se develan los secretos más terrenales de la muerte huele a formol y descomposición, está iluminado por luces tan blancas que dejan a las sombras expectantes a un lado y, a cada rato, lo recorren chorros de agua teñidos de rojo. Tres mesas de acero con sus balanzas, bandejas y mangueras se distribuyen en una sala de unos diez metros por seis, donde grupos de médicos en botas de goma trabajan con la frialdad de quien desconoce que está en la última estación antes del descanso definitivo.

La Morgue Judicial del Cuerpo Médico Forense es el punto de partida de toda investigación que incluya muertes por causas dudosas en la Capital Federal. Las polémicas alrededor de cada caso resonante suelen empezar entre esas cuatro paredes, en Viamonte y Junín, y terminan encontrando derivaciones impensadas. El último ejemplo fue el de Matías Bragagnolo, aunque antes hubo decenas. Por eso ahora Clarín recorrió los rincones de este organismo, que depende de la Corte Suprema, y presenció una autopsia.

Los cuerpos llegan allí a un promedio de 3.600 por año, siempre acompañados por lo que se conoce como nota de remisión policial. "Matías Bragagnolo, 16 años de edad, estado civil soltero", decía el texto que acompañaba al chico muerto en Barrio Parque. "Falleció el 9 de abril a las 5.30 en Ortiz de Ocampo 2.882, vía pública, a raíz de una pelea". La actuación de los forenses empezó a continuación, como en cualquier caso. Desnudan el cuerpo, lo pesan y miden, lo fotografían y le atan un cartoncito marrón con su nombre y número de autopsia. El de Matías era el 790, mientras que la que presenció Clarín, dos semanas y media después, superaba el 900.

El cuerpo entra en una camilla a la Sala de Obducciones "Honorio Piacentino", bautizada así por el pediatra argentino que entró al Libro Guinness como quien más autopsias hizo en el mundo: 75.000. Fue el primer "obductor" (encargado de examinar cuerpos) que tuvo esta Morgue.

En cada autopsia trabajan juntos un médico obductor, un oficial ayudante y el máximo especialista, el médico tanatólogo (tanatología es el estudio de los efectos de la muerte). Todos logran sus cargos por concurso.

Roberto Cohen fue el tanatólogo que recibió a Clarín, uno de los ocho que tiene la Morgue. Fue el último en ingresar al cuerpo, hace ya once años. Ex director del SAME, clínico del Hospital Ramos Mejía, ya hizo 11.000 autopsias. Osvaldo Curci, otro forense de gran prestigio, suma el doble. Y el especialista en actividad que más hizo es Héctor Vázquez Fanego, con 35.000.

"Somos como los cajeros automáticos, abiertos las 24 horas", sonríe Cohen bajo su barbijo. Los tanatólogos hacen dos guardias semanales de 24 horas y ganan unos 4.000 pesos al mes. Cada turno tiene tres equipos trabajando en simultáneo, que examinan unos 10 cuerpos por día.

"Autopsia es ver con los propios ojos", indica Cohen. Viste un traje celeste de cirujano, cubierto por un delantal de hule (tipo carnicero) y unas botas negras de goma. El obductor, Alfredo García, luce igual. El oficial suma un detalle: tiene antiparras.

Sobre la mesa de acero, llamada mesa de Morgagni, hay una mujer de unos 70 años. Tiene el pelo corto, teñido de rubio, un rictus en la boca y las uñas pintadas de plateado, su última coquetería. Está desnuda, boca arriba. En la mesa de al lado, a dos metros, hay otra señora. La tercera mesa, por ahora, está vacía.

"La encontró un familiar en su casa. La Unidad Médica de la Policía ya determinó que en el lugar no había signos de lucha", señala Cohen. "Ahora vamos a abrirla", agrega. De mentón a pelvis, el cuerpo se abre a cuchillo. Oleadas de un olor fétido, violentamente único, lo invaden todo.

García empieza a sacar los órganos, tras verificar que no haya lesiones en el cuello. Abre la cavidad torácica y saca los pulmones. "Ahí está el mecanismo de muerte: edema pulmonar. Pesan más de lo normal porque se le inundaron de sangre que no volvió a salir", dice Cohen, mientras su colega pesa los órganos en una balanza símil verdulería y canta en voz alta el resultado. La misma muerte sufrió Matías.

Parado junto a un atril, Cohen anota todo en el "protocolo de autopsia", un cuadernillo tipo multiple choice con casilleros destinados a cada parte del cuerpo humano. "Tórax sin lesiones traumáticas", anuncia su compañero tras separar cada costilla con un cuchillo. "Corazón aumentado, pesa 500 gramos".

Cohen sigue anotando. "Ahí está la causa de muerte. El tamaño y peso excesivos del corazón denotan una cardiopatía, que provocó el edema", señala. El de Matías pesaba 380 gramos, cuando el de un chico de su edad y contextura debería pesar 200.

El oficial corta el cuero cabelludo de la mujer de las uñas plateadas, lo retira hacia adelante y ya no hay cara. El cráneo queda a la vista unos segundos, hasta que el ayudante toma un serrucho y le corta la parte superior. Así saca el cerebro y se lo da al obductor, que lo troza en busca de lesiones.

Con una manguera tipo duchador, el oficial limpia el interior de la cabeza. El agua se pone roja, al tiempo que el obductor toma un cucharón y recoge sangre de la cavidad torácica. Todo va a un frasco que parece de mayonesa, al igual que las vísceras. El laboratorio dirá, entre otras cosas, si alguien provocó el infarto por envenamiento. "Tal vez la mujer era millonaria", arriesga Cohen.

En 20 minutos, la autopsia está lista. El cuerpo es cosido con hilo blanco y el cuero cabelludo vuelve a su lugar. Un juez dirá luego si la familia puede retirarlo.

Los médicos se relajan y bromean un rato. "Para trabajar acá, hay que ser algo anormal", coinciden. Sus cargos —equivalentes al de fiscal— son de por vida, salvo remoción por una falta. En junio será el primer concurso en 14 años para ingresar al cuerpo, con altos requisitos: ser médico, tener una especialidad, ser legista (36 materias más) y dar tres exámenes ante notables.

"Desde chico me atrae esto. Acá hago lo que me gusta y encima me pagan", cuenta Cohen. "Investigamos causa y mecánica de las muertes", dice. "La manera la determina la Justicia".

 

"Voces" que hay que saber oír
Eduardo Parise

eparise@clarin.com

"El cuerpo habla". La definición corresponde a un veterano médico forense, especialista en autopsias, y alude a los datos que se pueden lograr con el examen técnico de un cadáver. Eso fue así desde siempre. Pero los avances científicos de las últimas décadas profundizaron y le dieron perfección a un trabajo clave para resolver casos que parecen insolubles. Saber que con un pequeño cabello se puede determinar si una persona consumió algún tóxico; o establecer por una muestra de piel si una víctima fue golpeada, parecen, aún hoy, ciencia ficción. Sin embargo forman parte de la realidad y confirman aquello de que "el cuerpo habla".

En las pantallas


La tevé y el cine mostraron muchas veces el mundo de los forenses. Desde la histórica "Quincy", hasta las actuales "CSI" y "Bones". El documental "Autopsy" (HBO) tiene su sitio: www.hbo.com/autopsy/interactive/index.html

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