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Turismo

CIRCUITOS: CATAMARCA

Clarín
Tradiciones imborrables

La impronta quechua resalta en los pueblitos posados sobre los valles de la cordillera. Además, un circuito minero y termas en Fiambalá.

Claudia Dubkin. ESPECIAL PARA CLARIN
En el corazón de la provincia de Catamarca y a cuatro horas de San Fernado del Valle de Catamarca, el horizonte se pliega entre montañas y valles, mientras una serie de pueblitos descubren un tiempo distinto, de calma, belleza, siestas, historias y tradiciones. Zona de mineros y hábiles tejedoras, nunca faltan un vaso de vino y el toque ancestral de las empanadas.

Detrás de la cuesta La Cébila y rodeada de un paisaje deslumbrante, 280 km al oeste de la capital de Catamarca, sorprende Andalgalá (en quechua, «Pueblo del señor liebre del alto» aunque también la llaman «La Perla del Oeste» o «El Fuerte», por su fundación como fuerte en 1658).

Es una sucesión de montañas y valles imponentes, con cumbres nevadas, un rico patrimonio arqueológico y minero, reminiscencias de antiguas civilizaciones y una geografía asombrosa, que se descubre a pie, a caballo o en 4×4. Esconde lugares para practicar parapentismo, trekking y mountain bike. Cada pueblo tiene un encanto particular y su especialidad: las nueces más ricas son de El Potrero, los membrillos de Choya, los dulces y confituras de Chaquiago, los pimientos y el comino de Malli y Huaco.

La localidad de Andalgalá se recuesta en un valle del Cerro Nevado y la atraviesan varios canales. Es para recorrer de a poco, empezando por el casco céntrico, con bellas y antiquísimas casonas coloniales, la iglesia de San Francisco y la Plaza 9 de Julio, que concentra la vida comercial y cultural. Es imperdible el Club Social, fundado por los ingleses a fines del siglo XIX, época de oro de la explotación minera. Frente a la plaza, el Museo Arqueológico exhibe piezas de distintas civilizaciones que habitaron la región.

Las puestas de sol de Andalgalá son inmejorables, como las nueces, las aceitunas y el aceite de oliva artesanal que se elabora en el Condado de Huasán, cerca del centro. Desde la ciudad parten excursiones al Pucará de Aconquija, ruinas de una fortaleza indígena que preserva restos de la muralla y de viviendas construidas con piedras pircadas.

En cuanto al Circuito Minero, pese a la pobre infraestructura, se organizan travesías en 4×4 hasta la mina Bajo La Alumbrera, un gigantesco yacimiento sobre la montaña. Por la ruta 47 y subiendo una cuesta rodeada de cerros donde pastan manadas de guanacos y vuelan cóndores, se llega a Minas Capillitas, de donde se extrae rodocrosita, piedra semipreciosa rosada que dio fama a Andalgalá. En la hostería El Refugio del Minero se practican antiguos ritos para agradecer a la tierra y pedir deseos, con hojas de coca, alimentos y piedras.

«El visitante sentirá la energía de la naturaleza y la armonía entre la tierra y los ancestros», asegura Graciela Alvarez, periodista nacida en Andalgalá, que vivió décadas en Buenos Aires y volvió a sus pagos. Para salir de Andalgalá y llegar a Belén, hay que atravesar una cuesta y seguir 90 km a marcha lenta por una ruta complicada. Vale la pena detenerse en el parador de La Puntilla, para probar tamales, mote (variante del locro) y empanadas.

Hacia los Valles Calchaquíes

Pegada a la ruta 40, en el portal de los Valles Calchaquíes —que continúan en La Rioja, Tucumán y Salta—, Belén es cuna de las culturas más antiguas del país. Lo reflejan los museos Arqueológico y Luis Franco y el Molino Histórico. Pero los mayores orgullos de Belén son los ponchos, los bombones de nuez, gaznates (dulce de masa anisada y rellena con dulce de leche) y los vinos regionales. Hualfín atrae con viñedos, gente hospitalaria y la mina de oro y plata Farallón Negro.

Entre nogales y sauces, a 15 km de Belén, Londres es el pueblo más antiguo de la provincia. Con cerros alrededor, calles de tierra colorada y casas de adobe, la ruta 40 lo divide en dos: al este domina la Iglesia de la Inmaculada Concepción; al oeste, la iglesia San Juan Bautista. Londres es cuna de tejedoras famosas por los ponchos de alpaca.

A 4 km de Londres, las Ruinas del Shincal, al pie de la sierra de Quimivil, son los restos de un asentamiento construido por los incas hace más de 500 años, respetando el trazado urbano del Cusco. Es un complejo con más de cien recintos de piedra y barro, dos cerros ceremoniales aterrazados, un cuartel de tropas y un acueducto de piedra. El Museo de El Shincal guarda vasijas, armas, mapas e ilustraciones de la cultura andina.

Por una ruta rodeada de maizales, viñedos y alamedas, Fiambalá es ideal para empezar a recorrer el departamento Tinogasta. Se destacan el Mercado Artesanal y la iglesia de San Pedro, típica postal colonial del noroeste, que guarda una colección de pintura cusqueña. Las Termas de Fiambalá, junto a un monte de algarrobos, son la mayor atracción, con 9 piletones de piedra escalonados sobre la montaña. A temperaturas que van de 30º a 64º, las aguas se utilizan contra afecciones nerviosas y de piel, artritis y reumatismo. Hay baños, asadores, quinchos y cabañas.

Al regreso, vuelven a surgir caminos largos que bajan y se pierden, pueblos, montañas, valles y una paz que sólo se saborea en este rincón del mundo.

Por David Encina

Periodista

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Trabajador. Asesoría en comunicación social, comercial y política para el desarrollo de campañas. Análisis de servicios al cliente y al público. Aportes para la gestión de redes sociales con planificación estratégica.

Contacto: mencin@palermo.edu / david.encina@facebook.com / encina_david@yahoo.com.ar/ m.david.encina@gmail.com

Más información ver en David Encina V. - PRENSA.
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