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Conmovedor homenaje a Juan Pablo II

La Nación
A un año de la muerte de Karol Wojtyla: el papa polaco fue recordado en todo el mundo

Unas 100.000 personas se reunieron en la Plaza San Pedro y reclamaron su canonización; también hubo emotivos actos en Polonia

ROMA.- Fiel reflejo de lo extraordinaria que fue su figura, querida y admirada en todo el mundo no sólo por católicos, sino también por fieles de otras religiones e incluso por no creyentes, el primer aniversario de la muerte de Juan Pablo II fue conmemorado ayer en todo el mundo con homenajes que fueron especialmente multitudinarios y emotivos en «sus» dos ciudades: Roma y Cracovia.

A las 21.37, la hora exacta de su muerte, en una Plaza San Pedro atestada de fieles e iluminada por miles de antorchas, Benedicto XVI evocó a su predecesor, un hombre que «ha dejado una marca profunda en la historia de la Iglesia y de la humanidad», y llamó a seguir su legado.

«Ya ha pasado un año de la muerte del siervo de Dios Juan Pablo II, pero su memoria sigue viva, como dan testimonio las tantas manifestaciones programadas en estos días en todo el mundo», dijo el Papa, hablando desde la ventana iluminada de su estudio del tercer piso del Palacio Apostólico.

«El sigue estando presente en nuestra mente y en nuestro corazón, sigue comunicándonos su amor por Dios y su amor por el hombre, sigue suscitando en todos, especialmente los jóvenes, el entusiasmo del bien y el coraje de seguir a Jesús en sus enseñanzas», agregó, ante unas 100.000 personas, la mayoría polacos (unos 25.000), con banderas y pancartas que pedían «santo ya».

El Papa habló del legado de Juan Pablo II, el segundo papa más longevo de la historia de la Iglesia -que murió poco antes de cumplir 85 años, aquejado por varias enfermedades-, luego de una vigilia de oración marcada por un clima de gran emoción. Hubo cantos, se rezó el rosario en varios idiomas, fueron leídos textos de Karol Wojtyla y una reconstrucción de las últimas dos horas de vida de Juan Pablo II.

En la Plaza -conectada en videoconferencia con Cracovia, donde el flamante cardenal Estanislao Dziwisz, el fiel secretario privado de Juan Pablo II durante cuarenta años, presidía otro homenaje- también estaban varios cardenales y prelados de la Curia. Entre ellos, el arzobispo argentino Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, que hace exactamente un año fue el prelado que comunicó a la multitud la triste noticia de que Juan Pablo II había «vuelto a la casa del Padre».

Vestido de blanco y con una capa roja para protegerse del frío, Benedicto XVI utilizó dos palabras -fidelidad y devoción- para explicar la figura de su predecesor, que definió como «un gran pontífice». «Fidelidad total a Dios y dedicación sin reservas a la propia misión de pastor de la Iglesia Universal», afirmó el Papa alemán, que puso como ejemplo cómo vivió Karol Wojtyla sus últimos meses de vida.

«Su enfermedad afrontada con coraje hizo que todos estuvieran más atentos al dolor humano. Dio al sufrimiento dignidad y valor, testimoniando que el hombre no vale por su eficiencia o por su apariencia, sino por sí mismo, porque es creado y amado por Dios», dijo. «Con las palabras y los gestos, Juan Pablo II no se cansó de indicar al mundo que si el hombre se deja abrazar por Cristo no mortifica la riqueza de su humanidad. Al contrario, el encuentro con Cristo hace nuestra vida más apasionante», agregó.

En la Plaza era impresionante la cantidad de polacos que habían venido a apoyar, una vez más, a su héroe. «Juan Pablo II, una persona que siguió siendo hombre y estando cerca del hombre pese a ser un grande significa mucho para los polacos. El cambió nuestro país, derrotó el comunismo y nosotros sabemos que él es un santo», dijo a LA NACION Margarita Dorotniak, una joven de Sanok, 200 kilómetros al sur de Cracovia.

Después de los polacos, saltaban a la vista los romanos, también admiradores incondicionales de Karol Wojtyla, y algunos argentinos que viven en esta capital, con banderas albicelestes. «Juan Pablo II ha atraído muchos jóvenes para llevarlos hacia Jesús y fue un Papa que amó a las personas y a la humanidad», dijo a LA NACION Barbara Lanfranchi, una joven romana.

En una jornada primaveral, al mediodía Benedicto XVI había dedicado íntegramente el Angelus al «amado» Juan Pablo II, que definió como una persona que «ha dejado una marca profunda en la historia de la Iglesia y de la humanidad». Tras recordar los momentos dramáticos vividos durante la Pascua pasada cuando, frágil y sufriente, el papa polaco que derrotó el comunismo impartió la bendición Urbi et Orbi sin poder pronunciar palabra, el Pontífice concluyó que «Juan Pablo II murió como siempre había vivido, animado por el coraje indómito de la fe, abandonándose a Dios y entregándose a María Santísima».

Ante una multitud que interrumpía el discurso con aplausos, tras recordar sus viajes por todo el mundo, sus encuentros con multitudes, comunidades y gobernantes, Ratzinger resumió el largo pontificado de su predecesor con las mismas palabras con las que él habían inaugurado su reinado el 22 de octubre de 1978: «¡Abran las puertas a Cristo!».

Por Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia

Benedicto XVI, un papa impredecible

Demostró ser más abierto de lo esperado

ROMA (De nuestra corresponsal).- Calzó los zapatos de un gigante, Karol Wojtyla, y a un año de su muerte, aunque puede decirse que siguió su línea independiente y conservadora, impuso al papado un estilo totalmente distinto, menos político y menos visible en el escenario internacional.

Sin el carisma de su predecesor, Joseph Ratzinger, elegido después de un cónclave relámpago el 19 de abril último, también ha resultado ser un papa impredecible. Apodado por algunos «el Rottweiler de Dios», debido a su fama de intransigente como guardián de la ortodoxia católica, el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe descolocó a muchos observadores durante su primer año de papado, en el cual abrió el proceso de beatificación de Juan Pablo II; escribió una encíclica; creó 15 nuevos cardenales y comenzó a reformar la Curia para agilizar su funcionamiento y cambiar de rumbo.

Al día siguiente de su elección, cuando en los ambientes progresistas de la Iglesia se temía la llegada de un «gran inquisidor», nadie hubiese imaginado que su primer encíclica versaría sobre el amor. Presentada el 25 de enero último, «Deus caritas est», el primer documento del pontificado del papa alemán sorprendió no sólo por el tema en sí, sino también porque el Pontífice habla de amor sexual entre el hombre y la mujer.

Tampoco nadie hubiese pronosticado que, meses después de su elección y en otra señal del gran apertura, Ratzinger -que el 16 de abril cumplirá 79 años- recibiría en audiencia privada a uno de sus críticos más acérrimos, el famoso teólogo suizo Hans Kung. En el polo opuesto, el papa teólogo también recibió -con la intención de buscar una reconciliación- al obispo ultraconservador Bernard Fellay, que lidera a los lefebvrianos, excomulgados por Juan Pablo II.

De carácter reservado, reflexivo, solitario y silencioso, totalmente distinto del de su predecesor, Ratzinger también sorprendió porque logró vencer su timidez. Hizo un esfuerzo extraordinario, y pese a su conocido pavor a las grandes masas aduladoras, logró llegar a la gente y a establecer una sintonía con el público.

Lo demostró durante su primer viaje internacional en agosto, cuando viajó a su Alemania natal para la Jornada Mundial de la Juventud. Allí también demostró su amistad con la comunidad judía, al visitar la #sinagoga de Colonia, y su apertura a los musulmanes, al reunirse con ellos.

Adiós al «clan polaco»

En el Vaticano, su perfil bajo y su máxima reserva también han descolocado. Ya no existe el «clan polaco» que filtraba las noticias y manejaba una suerte de gobierno paralelo, como en la era de Wojtyla. Muy pocos saben exactamente cuáles son los planes de Benedicto XVI.

Si bien no llamó la atención cuando designó al flamante cardenal William Levada como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sí creó gran revuelo al nombrar como nuncio en Egipto al monseñor Michael Fitzgerald, ex presidente del Consejo para el Diálogo Interreligioso, el máximo experto sobre islam de la Santa Sede, una movida que algunos vaticanistas definieron como la «defenestración» de un hombre de posturas demasiado abiertas, en un momento en el cual el diálogo con el islam resulta prioritario.

Ahora se esperan más cambios, y se habla de un inminente reemplazo del influyente cardenal Angelo Sodano, el número dos del Pontífice, secretario de Estado de la Santa Sede durante la mayor parte del pontificado de Juan Pablo II, algo que representará un cambio clave.

Conmoción por Tommaso

  • ROMA (De nuestra corresponsal).- Tanto el Papa como el presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, manifestaron ayer su horror por el brutal asesinato de Tommaso Onofri, el bebe de 18 meses enfermo de epilepsia, secuestrado hace un mes y asesinado enseguida por sus captores porque lloraba. Mientras la opinión pública, shockeada, no hablaba de otra cosa, algunos políticos hasta invocaron la pena de muerte. «Creo que si no fuésemos cristianos, hoy estaríamos en favor de la pena de muerte», dijo Pier Ferdinando Casini, líder del partido Demócrata Cristiano, miembro de la coalición gubernamental.

Por David Encina

Periodista

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Trabajador. Asesoría en comunicación social, comercial y política para el desarrollo de campañas. Análisis de servicios al cliente y al público. Aportes para la gestión de redes sociales con planificación estratégica.

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