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Denuncian a una red de prostitución

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La Nación
 
La zona roja del barrio de Flores en la picota: piden que se investigue a 26 hoteles y albergues transitorios
 
Los vecinos afirman que prostitutas dominicanas pagan 50 pesos por día para trabajar; nadie se ocupa de la cuestión
 
 
Una importante red de prostitución en el barrio de Flores moviliza hoy a los vecinos, que no encuentran respuesta de las autoridades. Según denunciaron en repetidas ocasiones ante organismos oficiales, la oferta de sexo en la vía pública y la presunta explotación de mujeres en albergues transitorios de la zona generan a diario un sinfín de conflictos.

Allí, mujeres de nacionalidad dominicana -muchas serían indocumentadas- desembolsarían hasta 50 pesos por día a una organización delictiva que manejaría la prostitución en la zona, en especial en los alrededores del hospital Alvarez, según relataron los vecinos. Es más: las denunciadas prostitutas y travestis ocupan hoteles familiares como albergues transitorios y pagan cinco pesos la hora para tener relaciones sexuales con sus clientes, hecho que está prohibido.

En virtud de tantas denuncias sin respuestas, el diputado porteño Daniel Amoroso -del bloque Juntos por Buenos Aires- presentó un pedido de informes ante el gobierno porteño con el fin de conocer, dentro de 10 días, cuál es la situación de 26 albergues transitorios, hoteles y otros establecimientos del barrio que fueron denunciados por los vecinos. Aquí "hay innumerables albergues transitorios, donde existirían numerosas mujeres indocumentadas, en su mayoría extranjeras, que son explotadas sexualmente", relató a LA NACION Marta Fuentes, una vecina del barrio.

Lo cierto es que desde mayo de 2005 un grupo de vecinos de Flores ha realizado repetidas denuncias ante la Fiscalía N° 10 y la comisaría 50a., pero no lograron erradicar al numeroso grupo de travestis y prostitutas que conviven allí ni tampoco que se investigaran los albergues en cuestión.

"Yo por lo menos firmé unas 300 actas de contravención para sacar a los travestis que están parados en la puerta de mi casa", dijo Sandra Zanotto, otra vecina que a diario soporta las exhibiciones obscenas de las prostitutas y hombres vestidos de mujer.

De hecho, el último reclamo de los vecinos fue presentado ante el gobierno porteño el 22 de febrero de este año -registro N° 5520- para inspeccionar el albergue transitorio de Bolivia 335, donde "los travestis y prostitutas se cambian dentro del hotel y allí se les suministran comidas y bebidas", según figura en el expediente.

Incluso el año último Tomás Palastanga, ex director de la Comisión de Protección del Espacio Público de la Legislatura porteña, había solicitado un requerimiento administrativo para que se investigaran los hoteles alojamiento de la zona, pero el problema aún continúa…

Mujeres explotadas y drogas

En los fundamentos del pedido de investigación del diputado Amoroso se planteó que se indague sobre las distintas irregularidades. "Los vecinos descubrieron la existencia de numerosos establecimientos que, pese a no encontrarse debidamente habilitados para ello, o teniendo una habilitación diferente, funcionan como albergues transitorios, hoteles de pasajeros y pensiones. De las mismas denuncias se supo que existirían numerosas mujeres indocumentadas, en su mayoría extranjeras de diversas nacionalidades, que son explotadas sexualmente por individuos de sexo masculino, quienes ofician como proxenetas", dijo Amoroso.

Para combatir el problema, los vecinos formaron una agrupación para conseguir mayor repercusión en sus por ahora infructuosos reclamos; las voces refieren que en esos albergues denunciados se consumirían y suministrarían estupefacientes a los clientes que los requieran.

Sobre el tema, el diputado Amoroso indicó que "esta problemática conlleva a una grave situación de irregularidad, peligro, inseguridad y criminalidad, que impacta fuertemente sobre la vecindad toda de los lugares aledaños a tales hoteles, pensiones y albergues".

"Desde 1998 tenemos este problema de la prostitución y dependemos de los fiscales y de los jueces que investigan. Firmamos muchas actas, pero no pasa nada. La ley no nos protege. Los travestis y las prostitutas están todos los días en la calle y son muchos los que ingresan en los hoteles familiares para tener sexo", cuenta otro vecino, Jaime Binderman, que ahuyenta a los travestis con un megáfono. "Cuando los encuentro en la puerta de mi casa salgo al balcón y grito a más no poder para que se vayan; así y todo, pocas veces lo logro", asegura.

El pedido de informes enviado al gobierno porteño hace alusión a 26 establecimientos, situados en las calles Yerbal 2850, 2842, 2762 y 2767; Avenida Nazca 37; Terrada 72, 85 y 656; General José G. de Artigas 626 y 850; Bolivia 577, 561 y 349; Condarco 536, 560 y 552; Avellaneda 2821; Páez 2373; Fray Cayetano Rodríguez 418; Gavilán 485; Bogotá 2736, 2544, 2519 y 2527; Felipe Vallese 2345, y Granaderos 765, según consta en el escrito firmado por el diputado Amoroso.

LA NACION consultó al gobierno de la ciudad y desde el Ministerio de Gobierno indicaron que allí no había llegado ningún pedido de informe del legislador.

Por Pablo Tomino
De la Redacción de LA NACION

Qué marca el Código Contravencional

  • El artículo 81 del Código Contravencional indica que "quien ofreciera o demandara en forma ostensible servicios de carácter sexual en los espacios públicos no autorizados o fuera de las condiciones en que fuera autorizada la actividad será sancionado/a con uno a cinco días de trabajo de utilidad pública o multa de 200 a 400 pesos". Según los vecinos de Flores, no sólo se viola este artículo, sino también la cláusula transitoria que fija una distancia mínima de 200 metros desde el lugar donde se ejerce la actividad de prostitución hasta las viviendas, los templos y las escuelas.

 

 

El drama de la inmigración ilegal

 

Pagan hasta 100 pesos para lograr cruzar la frontera desde Bolivia

Recorrida de LA NACION por Villazón
 
VILLAZON, Bolivia.- Son las dos de la mañana, y en el cruce de la frontera todo está quieto. El paso vehicular ha sido cerrado durante la noche. Sólo se volverá a abrir a las siete, cuando en la ciudad comience la actividad comercial y lleguen los primeros ómnibus de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra. Entonces, la avenida principal se llenará de bolivianos que quieren probar suerte en la Argentina y cruzar la frontera para hacer turismo, visitar a familiares y buscar un empleo, que en la mayoría de los casos será en negro y mal remunerado.

Pero ahora las calles de la ciudad están vacías. Hace frío, y el viento lleva y trae el sonido de unos pasos. Marcelito, el "chango", cruza el cono de luz que proyecta la Oficina de Inmigración de Bolivia. Comenta que antes trabajaba allí, hasta que se cansó de los manejos fraudulentos y renunció.

"Acá, si les tiras unos mangos a los jefes, puedes conseguir los papeles para ingresar en la Argentina. No es difícil obtenerlos. Lleva un rato. Y esos documentos te servirán para circular por el país y conseguir trabajo en Buenos Aires, Córdoba o la Patagonia", dice el joven a LA NACION.

La noche transcurre lenta. De vez en cuando, aparece una pareja que cruza a pie el puente internacional o un boliviano que regresa de una "agitada noche" en La Quiaca. Nadie los controla. Hoy parece haber luz verde para todos, incluso para los contrabandistas, que hacen varios viajes para traer mercadería a mitad de precio y revenderla en distintos pueblos del sur de Bolivia.

El "chango" asegura que con 10 bolivianos (casi cuatro pesos) se puede conseguir un permiso para salir del país y con 100 pesos se puede comprar una "visa" para ingresar en la Argentina. "Es muy fácil: se les paga una «cometa» a los jefes de turno [de Gendarmería y de la policía boliviana], y listo", dice el "chango".

Pero nada de eso hace falta durante el día, pues aquí los bolivianos no necesitan papeles para cruzar la frontera. En pequeños grupos, y ante la abúlica mirada de los gendarmes argentinos, eluden los controles de la Aduana y de Migraciones. Atraviesan el río a pie y llegan al centro de La Quiaca en menos de 15 minutos.

Se dice que algunos regresarán a su país; la mayoría preferirá aventurarse y buscar trabajo en talleres textiles o en la construcción, en Buenos Aires.

"Es cierto, hermano: acá no podemos controlar a todos. Tendríamos que tener 4000 gendarmes agarrados de la mano, y ni eso sería suficiente. No es un problema nuevo. Es algo que se arrastra desde hace mucho tiempo y que los políticos de los dos países deberían solucionar", dice un gendarme que desde hace dos años trabaja en el paso fronterizo en La Quiaca.

La patrulla fantasma

Es domingo y el auto acaba de dejar Tarija. La ciudad es el punto obligado por donde pasan todos los ómnibus y automóviles que viajan a la frontera. El vehículo trepa por la ladera del cerro Sama y avanza lento por un camino sinuoso de tierra. Los faros penetran la oscuridad como cuchilladas, y la niebla comienza a llenar todo el lugar.

Mario Lleanos conduce un Toyota modelo 87. Es el guía del cronista y el fotógrafo de LA NACION en la zona. El hombre dice que hace tiempo, quizá veinte años, o más, fue camionero y contrabandista en la región. Asegura que por entonces ya había problemas con indocumentados que intentaban, como ahora, cruzar a la Argentina.

"Los bolivianos que no tienen documentos no cruzan la frontera en grupos. Por lo general, les sale más barato contratar a un «bagallero» para que los cruce que comprar cualquier papel. El acuerdo se hace durante el día y el «operativo», a la noche. De todos modos, son muy pocos los que se arriesgan a llevar gente. Los «bagalleros» son contrabandistas, no traficantes de personas", comenta.

LA NACION recorre la ruta en busca de los contingentes de bolivianos que cruzan ilegalmente a la Argentina. Lleanos asegura que en la zona operan organizaciones mafiosas que se encargan de hacer ingresar bolivianos indocumentados en la Argentina y en Brasil. Se los llama "camellos". Hasta ahora, nuestro guía no se ha topado con ninguno.

"No sólo en los diarios de La Paz ponen avisos para reclutar bolivianos que quieran ir a trabajar a Buenos Aires; en Tarija hay radios que anuncian esos viajes. Generalmente, trabajan en combinación con gente de la Argentina que ya tiene organizados los viajes. No se los puede atrapar porque conocen muy bien la región", concluye Lleanos.

Por Jesús A. Cornejo
Enviado especial

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