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EL EX CENTRO CLANDESTINO DE DETENCION PASO A MANOS DE LA CIUDAD
Abrieron El Olimpo al público: otra puerta a la memoria y el horror
Unas 500 personas recorrieron sus instalaciones este fin de semana. Un grupo de ex detenidos durante la dictadura actuaron como guías.
Por Lucio Fernández Moores|lfmoores@clarin.com
Y qué pasaba si se negaban a ser trasladados?» La inocencia de Julián, de once años, fue el mejor resumen de la iniciativa. La pregunta estaba dirigida a Isabel Cerruti, una sobreviviente del centro clandestino de detención conocido como Olimpo. Ella y otras víctimas de la dictadura —que zafaron de los «traslados» que generaron miles de desaparecidos— fueron los anfitriones del medio millar de personas que pasaron entre el viernes y ayer por ese espacio recuperado para la memoria.
Julián había ido allí con su mamá, su tía y unas primas. Sus abuelos eran vecinos de El Olimpo, la cárcel clandestina que funcionó en la esquina de Lacarra y Ramón Falcón, en Floresta. Cerruti, Susana Caride e Isabel Fernández Blanco hicieron las recorridas explicativas por el predio. Las fotografías de algunas de las 400 personas que se cree pasaron por allí estaban pegadas en las mismas paredes que ocupaban sus celdas.
La cárcel clandestina fue desmantelada por la dictadura. Luego funcionó allí una planta verificadora de automotores. Los colores y el escudo de la Policía Federal todavía pintan la entrada del lugar. «Acá hay olor a muerte», le dijo otro visitante a Rebeca Sacolsky, más conocida como Tita. Secuestrada a los 55, Tita tiene ahora 82 años. Estuvo 107 días en El Olimpo y se considera «doblemente torturada» por ser judía. En ese lapso ella fue «la madre» de las ex detenidas-desaparecidas que ayer coordinaban la apertura del lugar al público.
Vecinos, familiares de desaparecidos, estudiantes, chicos, todos se acercaron al lugar básicamente al enterarse por la prensa de esta iniciativa. Divididos en grupos de 30 o 40 recorrían el enorme galpón ahora dominado, desde el tinglado, por las palomas. Hace casi 30 años allí se torturaba a la gente. Y se ponía la música fuerte para ocultar el dolor de los desaparecidos. Algunos vecinos recordaban los movimientos de militares y policías, pero sin saber lo que puertas adentro ocurría.
En un reciente fallo, el juez federal Daniel Rafecas describió con lujo de detalles los crímenes ocurridos en El Olimpo, al que consideró el mismo centro clandestino de detención que funcionó en El Banco y Club Atlético. Represores, desaparecidos y elementos de tortura fueron trasladados de uno a otro lugar como si de una sola cosa se trataran.
Una comisión de trabajo trata de unificar criterios para ver cuál es el mejor uso que se le puede dar al lugar. Durante el fin de semana, al cabo de las recorridas, cada grupo debatía sobre ello. Ayer, por ejemplo, una mujer propuso instalar una especie de museo de la historia nacional.
«Yo vine porque me enteré por el diario. Pensar que por esta zona andaba a veces por cuestiones de trabajo y jamás imaginé que pasara lo que pasaba dentro de esta construcción. ¿Ves cómo tapiaron las paredes? Hay que participar para que esto no se olvide», le dijo a Clarín Oscar Contenti, un empleado de 55 años que vive en Lanús.
Desde el 8 de junio, el predio pertenece a la Ciudad luego de un convenio firmado con el Gobierno nacional. Ahora es «sitio histórico». Fue el corolario de años de lucha por parte de sobrevivientes, familiares de desaparecidos y vecinos. Ahora se abre la discusión sobre qué hacer allí. Ya no hay torturas ni muerte. Sólo desaparecidos. Y torturadores presos y libres.
LA OBRA RECUERDA A LOS DESAPARECIDOS DE LINIERS, VILLA LURO Y MATADEROS
Inauguran un mural por la memoria en Liniers
Por Adriana Santagati|asantagati@clarin.com
Las fotos en blanco y negro, sobre las rejas de la Plaza de Isidora, les ponen rostros a esas decenas de nombres que son ausencia. Y los trae al presente, rescatando el mejor recuerdo: el de la vida. De eso se trata el trabajo de la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Liniers, Villa Luro y Mataderos, que ayer inauguró un mural para recordar a 70 vecinos de esos barrios desaparecidos o asesinados por la dictadura.
Durante toda la tarde, en la plaza de Caaguazú y Fonrouge —que lleva el nombre de Camila Isidora Crego, madre de un desaparecido— hubo grupos musicales y chicos jugando en las hamacas. «¿Vamos a ver el nombre?», le propuso Patricia Astellana a su acompañante apenas llegó. El nombre es el de su hermano Chango, que como los otros fue escrito en el mural junto a palomas blancas que rodean un mapa de los tres barrios, dentro del simbólico pañuelo blanco. Paradojas de la vida, está pintado en la medianera del edificio donde vivía Chango.
La inauguración del mural fue el primero de los actos con los que la comisión celebrará sus 10 años, en abril próximo. Formada por vecinos de la zona, durante todo ese tiempo vino relevando quiénes son los desaparecidos que vivieron en el barrio y reconstruyendo sus vidas. Inauguraron un monumento en la plaza Martín de Irigoyen, plantaron árboles y publicaron un libro con las historias de sus hijos, padres, hermanos y amigos. «Rehaciéndolas, estamos completando las partes que quedaron en blanco de las nuestras —explica Juan Carlos Iturnoz, integrante de la comisión—. Además, para muchos es una reconciliación con el barrio, porque sintieron que sus propios vecinos les dieron la espalda en esos años».
Recordar las anécdotas, los sueños y las luchas de esas personas, en el lugar donde nacieron y vivieron es para muchos de sus seres queridos, un modo de contrarrestar el dolor que nunca los abandona. Recién hace nueve meses, Silvia Márquez pudo acercarse a la comisión para hablar de Juan Carlos Martínez, su compañero. «Después de tantos años de silencio, poder expresar lo que sentimos y homenajearlos así es gratificante», afirma. Porque no hay acción del terrorismo de estado que pueda derrotar a la memoria. Enriqueta Maroni, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, prendedor con la foto de sus dos hijos desaparecidos en el pecho, lo grafica con contundencia: «Los militares quisieron hacerlos ausentes con las desapariciones. Pero ellos van a estar siempre presentes«.