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El ex líder de Pink Floyd recrea y actualiza The Dark Side of the Moon, disco clave de aquella banda, en un show que llegará en marzo a Buenos Aires

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La Nación
 
Roger Waters: concierto en el Madison Square Garden
 

El hombre de la Luna

NUEVA YORK.- El estruendoso aplauso que hizo vibrar al Madison Square Garden apenas Roger Waters salió al escenario marcaría el tono de los dos conciertos que el ex bajista y compositor de Pink Floyd ofreció la semana pasada en Nueva York para recrear en vivo uno de los discos clave de la mítica banda inglesa, The Dark Side of the Moon . Fue uno de esos recibimientos reservados sólo para las leyendas de la música; un aplauso cerrado, de pie y entrega total, casi sinfónico.

«¡Un grande del rock está en la sala!», se le oyó gritar a un fanático, mientras las 20.000 personas que llenaban el auditorio comenzaban a latir a ritmo acelerado con los redobles de batería de «In the Flesh». «Es para este tipo de dioses musicales que se construyó el Madison Square Garden», llegó a decir el exaltado fan antes de ser callado completamente por el sonido cuadrofónico del lugar, que le daba al bajo de Waters una potencia sin igual.

Autoproclamado «el genio creativo de Pink Floyd», Waters, de 63 años, dividió su presentación en dos partes. La primera estuvo conformada por canciones clásicas de su antiguo grupo y algunos temas propios -unos, nuevos, y otros, no tanto-, y la segunda, dedicada a aquel opus magnum que fue The Dark Side of the Moon, originalmente concebido en 1973 como un segundo acto para un show de Pink Floyd.

En las tribunas, el público era mixto, desde hombres y mujeres de 60 años a adolescentes acompañados por sus padres y resultaba curioso ver a hombres de barba canosa cantando al lado de casi niños que apenas saben cómo deletrear la palabra «psicodélico».

«Ya nadie hace música como ésta», apuntó, con aires de entendido, el quinceañero Matthew Forker, que no paraba de marcar con el brazo en alto el ritmo de las canciones, parado junto a su mejor amigo, Bill, mientras su madre los vigilaba a pocas filas de distancia. «Empezamos a escuchar la música de Pink Floyd por nuestros padres y porque tenemos hermanos mayores», explicaron a LA NACION.

Waters arremetió entonces con «Mother», de otro disco clave de la banda, The Wall, de 1979, para luego rendir homenaje al líder original de Pink Floyd, Syd Barrett -quien murió en julio- con una rabiosa interpretación de «Set the Controls for the Heart of the Sun» y la etérea «Shine On You Crazy Diamond». Sobre la inmensa pantalla que servía de fondo a los 11 miembros de la banda que acompañaba a Waters, se sucedían imágenes de un Barrett joven, corriendo, tocando música y fumando un porro; entre el público veterano hacía ya rato que se olía el aroma dulce de la marihuana. El homenaje llegó a su punto más emotivo con «Wish You Were Here», para la cual la gente cantó a todo pulmón la letra de la canción mientras hacía balancear sus teléfonos celulares encendidos como si fueran velas.

Claros mensajes políticos

Aunque Waters casi no mantuvo diálogo con el público, sus mensajes políticos fueron claros y contundentes en canciones como «Southampton Dock», «The Fletcher Memorial Home» y «Perfect Sense», que utilizó para criticar duramente a los gobiernos del presidente George W. Bush y del premier británico Tony Blair, si bien fueron escritas durante la Guerra Fría. En las pantallas de los costados del escenario se veían escenas de guerra y de dictadores como Joseph Stalin y Saddam Hussein a la par de las de Bush y Blair; luego, una animación computarizada recreó el Superdome de Nueva Orleáns, completamente inundado, con submarinos y hasta una plataforma petrolera, que al final de «Perfect Sense» estalló en mil pedazos, con la explosión simulada por efectos especiales en pleno escenario.

El comentario más extenso de Waters fue al presentar su canción más nueva, «Leaving Lebanon», que explicó que fue inspirada en las experiencias que tuvo en el Líbano cuando en 1961 se quedó varado allí al averiarse el auto en el que viajaba. Contó que una familia árabe libanesa lo albergó en su casa, lo alimentó y lo ayudó a reparar el vehículo, y que ahora, con la reciente guerra en la zona, se preguntaba qué habría sido de esa gente bondadosa. La canción estuvo acompañada por una suerte de tira de cómic en blanco y negro que recreaba la anécdota, y al final un enorme cartel exhortó a los norteamericanos: «Por favor, Estados Unidos, no dejen que un presidente estúpido termine jodiendo a todo el mundo».

Y el capítulo político se cerró con «Sheep», en la cual un gran cerdo rosado inflable sobrevoló el auditorio con la leyenda «Juicio político a Bush», escrita en la cola. La mayoría aplaudió, pero no faltaron quienes protestaron con abucheos la postura ideológica del músico.

Tras una interrupción de 15 minutos, llegó el turno luego de The Dark Side of the Moon, magistralmente interpretado por Waters y su banda, que en la primera parte incluyó a tres guitarristas (Andy Fairweather Low, Snowy White y Dave Kilminster), tres vocalistas de apoyo (Katie Kisson, PP Arnold y Carol Kenyon), dos tecladistas (Jon Carin y Harry Waters), un saxofonista (Ian Ritchie) y un baterista (Graham Broad), para luego sumar a otro músico de lujo, Nick Mason, batero original de Pink Floyd. El resultado fue una experiencia musical única, que logró revivir aquel álbum sobre la locura de la vida moderna y volverlo más actual que nunca gracias a la fuerza y el sonido prístino de los equipos de última tecnología.

Haciendo las veces de un director de orquesta, Waters se paseaba de un lado a otro del escenario con el bajo, moviendo los brazos como quien dan instrucciones, mientras en las pantallas se veían imágenes que ya son características de la «liturgia» de los recitales de Pink Floyd: paisajes galácticos, arco iris, formas líquidas y la infaltable luna.

Sus compañeros fueron principalmente los encargados del trabajo vocal, con una sobresaliente Carol Kenyon en un quejido casi operístico durante «The great Gig in the Sky», que fue efusivamente celebrado por el público. Por su parte, Dave Kilminster logró un punzante sonido metálico para «Money», mientras que Jon Carin dio el toque atmosférico apropiado para «Us and Them».

Terminada esta reflexión musical sobre la mortalidad, la guerra, la codicia y la locura, Waters volvió después de unos minutos sobre el escenario -durante los cuales la gente no paró ni un segundo de aplaudir- para interpretar «Confortably Numb», «Bring the Boys Home» y cerrar con «Another Brick in the Wall», que catapultó a los apasionados fans a la euforia total.n En el concierto en Nueva York en el que Waters recreó The Dark Side of the Moon, también hubo alusiones políticas y un nuevo tema, «Leaving Lebanon»Lo que fue y lo que será

Por Alberto Armendáriz
Para LA NACION
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