Ocurre que en esta ciudad ya no hay un comité de crisis sino dos. El primero es el oficial, formado por la municipalidad, el Ejército, la provincia, la policía, Gendarmería y los bomberos voluntarios. Ayer, desde la margen Sur del río intentaban reducir la caída del agua.
El otro comité, el paralelo, trabaja en la ribera Norte. Empezaron bien temprano y, antes del mediodía, ya le habían ganado unos 30 metros de ancho al río.
La directora del colegio decidió que no podía sentarse de brazos cruzados a esperar que las autoridades echaran manos al río. Entonces convocó a los expertos de la Universidad Nacional de Salta y pidió ayuda al Consejo Profesional de Ingenieros. También se puso en contacto con empresarios tabacaleros y agricultores para pedirles donaciones: bolsas para rellenar con tierra o arena y gaviones, para cargarlos con piedras. Cerca del mediodía, sobre la margen Norte, había un ejército de personas que subían y bajaban los cien metros de profundidad hasta el lecho del río. Todos trabajaron ad honorem, excepto los obreros que fueron contratados por el mismo colegio. El colegio contrató una empresa para dirigir las obras y la provincia les prestó las palas mecánicas. Así lograron hacerle una panza de 30 metros a la ribera norte, en donde el ancho del río se reduce a 25 metros.
Advertencias desoídas
El profesor de Geología de la UNS, Felipe Rafael Rivelli, que desde hace 25 años se especializa en cursos de agua, explica que este desastre podría haberse minimizado si se hubiera trabajado en reducir la velocidad, controlar la erosión y mantener el canal. La directora aclara que se cansaron de advertir a las autoridades lo que estaba pasando, sin obtener respuestas hasta que el río se tragó 60 casas.
La lluvia sigue complicando los trabajos. No sólo en Tartagal. Ayer por la noche, las autoridades de Gendarmería intentaba evacuar a 1200 personas de la misión guaraní de Yacuy, situada a la vera de la ruta 34, a 35 kilómetros de la frontera con Bolivia.
Anteanoche, mientras la comunidad aborigen dormía, dos cerros se desmoronaron como consecuencia de las lluvias. El arroyo del que se alimenta la misión quedó embalsado por la tierra que cayó y la aldea amaneció con el lecho seco. En los cerros, a la altura del derrumbe, hay al menos 80 esteros. Según explicó el comandante Carlos Driollet, a cargo del destacamento 52 de Tartagal, se temía que por las nuevas lluvias los esteros desbordaran de golpe y arrastraran un violento río de barro que cubriera la parte baja de la comunidad.
Ayer, Gendarmería intentaba desalojar la zona, y no se descartaba que se dinamitara el dique para evitar que se siguiera acumulando agua.
Por Evangelina Himitian
Enviada especial