Era sabido que el barro no asusta a la gente de campo, pero lo de ayer fue una demostración cabal de aquella sentencia. Feriagro 2006, la megamuestra agropecuaria realizada en el sur santafesino, amaneció bajo una persistente lluvia que rápidamente convirtió en un lodazal esta ciudad de 50 hectáreas levantada en medio del campo. A pesar de ello, una multitud concurrió hacia ella, como si la incomodidad no importara. Semejante esfuerzo tuvo su premio y por la tarde el sol salpicaba las caras fatigadas por la larga caminata.
Feriagro fue visitada ayer por 51.000 personas. Y durante cuatro días acumuló 152.000 visitantes. Todo tiene su explicación. El secreto de esta muestra es que reúne en un mismo lugar a proveedores de insumos y servicios para el agro con sus clientes directos, los productores. Si en un shopping la gente tiene chance de elegir entre tal o cual marca de ropa, aquí los chacareros se sienten a sus anchas comparando las bondades de uno u otro equipo o semilla. Esta vez, esa posibilidad se aprovechó al máximo: Armstrong queda en la región que concentra las fábricas de maquinaria agrícola.
¿Puede tanta gente interesarse en estas cuestiones?, preguntarán algunos. Definitivamente sí. Hace rato que el agro dejó de ser una postal de Florencio Molina Campos. Es una red de 500.000 empresas —las hay familiares y multinacionales- que hilvanan esfuerzos e invierten casi obsesivamente en tecnología para producir uno de los procesos de mayor impacto para la Argentina: con cada cosecha el país factura unos 12.000 millones de dólares, que luego se desparraman por toda su geografía.
En Feriagro se ven dos fenómenos claros. Por un lado, como esa red se vincula para hacer negocios y transferir nuevas tecnologías. Es lo que vienen a buscar los chacareros, que exigen a los fabricantes una actualización constante. Edmundo Buley, de Freire, Córdoba, relató que "tengo una sembradora Apache y otra Agrometal. Primero veo los stands de esas dos empresas para ver cómo innovaron, después sigo con los demás".
El segundo fenómeno debiera ser materia de estudio de la sociología. Es que aquí se producen los encuentros más insospechados entre gente llegada desde todos los puntos del país que —definitivamente— siente que cincha para el mismo lado. Todos se quejan del escaso poder de lobby que el agro tiene frente al Go bierno, pero a esta altura esta cadena merece tener su mote corporativo. Sería algo así como "la patria productiva".
Por cierto que este fenómeno trascendió las fronteras. Pasaron por esta Feriagro 2.317 visitantes de 27 países, incluidos algunos tan lejanos como Corea y Kazakhstan. Todos arquean las cejas ante la envergadura de la muestra y la creciente competitividad de la agricultura nativa.