Icono del sitio CELN – ¿Cuál es la noticia…?

La vida en fotos

Anuncios
La Nación Revista
Un grupo de chicos de Ciudad Oculta le pidió al fotógrafo Martín Rosenthal que le enseñara fotografía. Así nació el proyecto ph15. Gracias a la iniciativa, hoy las imágenes tomadas por 27 jóvenes de una de las villas más peligrosas de Buenos Aires recorren el mundo

Ciudad Oculta, un tórrido sábado de verano de 2006. Martín pide silencio y dice: «Para el martes, hemos planificado con Moira una visita al Museo Nacional de Bellas Artes. No podemos hacer tres salidas a museos pagadas por la fundación, porque nos cuesta 60 pesos cada una. Por eso, esta vez lo del Bellas Artes es optativo. Al que esté seguro de ir, se le darán las monedas para el colectivo hoy mismo. A aquellos que se decidan después, una de nuestras docentes, que estará esperando en el museo, les reintegrará el gasto del colectivo. Las otras visitas programadas son al Borges y al Malba. ¿Les quedó claro?»

Se oye un susurro de afirmación. Martín abre un cajón del escritorio, saca un puñado de monedas de una bolsita y las reparte entre quienes tomaron la decisión de ir.

A mitad de cuadra y sobre la manzana opuesta a la que marca uno de los límites de Ciudad Oculta, en el barrio de Mataderos, el largo y angosto pasillo de una vieja casona lleva a una escalera de cemento que comunica con un amplio salón, dividido en cuatro pequeñas piezas de paredes apenas revocadas y pintadas a la cal. Sobre ese salón, hay una especie de altillo donde se apilan sillas, mesas, cajas de cartón, maderas y bolsas de plástico. El techo de chapas acanaladas que cubre ese esqueleto de hormigón, lejos de refractar el monstruoso sol del mediodía, lo absorbe como una esponja y lo libera hacia abajo, hacia el salón y las piezas donde, hasta unos minutos antes de que Martín comenzara a explicar lo del museo y las monedas, una veintena de jóvenes –entre ellos, un par de adolescentes amamantando a sus bebes– hablaban de fotografía, de composición y de arte en medio del calor impiadoso.

Ese es el lugar que, cinco años atrás, un puñado de chicos y jóvenes de «la Oculta» –como también se la llama– eligió cuando el fotógrafo argentino Martín Rosenthal, que por esos días trabajaba, gratis, para la Red Solidaria fotografiando algunos comedores de la villa, los desafió: «¿Así que ustedes quieren aprender fotografía? Bueno, si me juntan diez chicos que estén muy interesados y consiguen un lugar con una mesa y diez sillas, empezamos».

«A las dos semanas, me llamaron y a la siguiente arrancamos –recuerda Rosenthal–. Jamás había trabajado con chicos de las villas. Ahí medio se me dio vuelta la cabeza y decidí iniciar lo que poquito tiempo después sería el proyecto Fundación ph15 (ver aparte).»

Con Moira Rubio, codirectora de ph15, buscaron generar un espacio de formación de identidad que les permitiera a esos jóvenes apropiarse del lugar en el que viven, descubrir otros espacios e interactuar con el entorno. «El razonamiento era simple –dice–. Si estos jóvenes no son escuchados y son discriminados, entonces probemos con imágenes. Se trata de un nuevo lenguaje: decir todo lo que quieran a través de la fotografía, de sus imágenes.»

Expresión

–Esta foto es complicada –dice Ariel–. Es complicado sacarme yo mismo y ubicar la luz y el encuadre… No sé…

–Nunca dejés de pensar en el concepto fotográfico, porque la fotografía no son formas nada más –le explica Rosenthal.

–Justamente. Esto lo hice para mí, por lo que representa mi mano reflejada en el espejo. Ya sé que no puedo exponer esta foto…

–Sí que podés. Pero tenés que justificar el porqué de la foto.

–Sólo quise reflejar el miedo que me daba mi mano saliendo de ese espejo…

–¿Te dan miedo los espejos?

–Sí, porque no me gusta lo que el espejo me devuelve –dice Ariel y rápidamente vuelve a cuestiones técnicas–. Mi problema es que estoy trabajando con una sola mano, porque la otra la reflejo en el espejo, y hay poca luz. Tengo que darle más luz al ambiente…

–No, en lugar de meter más luz en el baño necesitás un trípode. Vos sabés que acá tenés un trípode que podés utilizar.

–Sí, voy a insistir con esta imagen –dice Ariel–. Aunque me dé miedo.

«Lo que más nos importa –explica Rosenthal– es que nos cuenten y nos muestren sus vidas a través de sus fotos. Todos los sábados, hablamos de estas cosas.»

Jim Dow, reconocido fotógrafo estadounidense («Influyó mucho en mi carrera», cuenta Rosenthal), prologó ph15 – fotografías por chicos de Ciudad Oculta, un libro de reciente aparición, que reúne los trabajos más destacados de estos 27 jóvenes y adolescentes que encontraron en la fotografía la mejor manera de expresar lo que sienten. Allí dice: «Yo encuentro que el trabajo de estos talentosos individuos llega a ser un extraordinario y elocuente testimonio de la gloriosa verdad de que el arte no es propiedad de artistas exitosos, curadores poderosos, historiadores publicados, ricos coleccionistas y profesores capaces, sino de todos aquellos que tienen acceso a las herramientas del medio artístico elegido, y de quienes dedican tiempo de sus vidas para examinar sus propias realidades, tanto externas como internas.»

Eugenio Alfonso, de 25 años, uno de los más antiguos alumnos de ph15, siente que cada imagen que captura con su cámara es como una caricia para el alma. «Yo soy soldador y vivía con mi familia en San Miguel, pero las cosas se complicaron y terminamos en la Oculta –cuenta–. No me quejo, es la vida que me tocó. Lo único, sí, es que estoy podrido de no tener trabajo. Me las rebusco, hago de todo para ganarme el pan, pero, ¿sabés?, esto de no poder trabajar, de no conseguir un laburo porque sos de la Oculta te amarga la vida.»

Eugenio tiene fotos vendidas o expuestas en algunos museos de los Estados Unidos, pero prefiere ser cauto. «Me sobra voluntad, y ser fotógrafo es mi sueño, pero basta con mirar a mi alrededor para darse cuenta de que la pelea por el futuro será difícil.»

La clase continúa. Rosenthal les habla a sus alumnos: «Este año los profesores los van a apretar mucho con el tema composición, porque notamos que en la última mitad del año pasado hubo bastante descuido en este aspecto. Los temas que abordaremos este año serán composición y gente extraña. Nos encantaría que a fin de año pudiéramos hacer una muestra como homenaje a la gente de la Oculta».

Hay señas de aprobación y entusiasmo.

«Me gusta porque acá me marcan los errores –dice Gabriela García, de 17 años–. Al principio yo pensaba que esto sería un taller más, pero esto es diferente. Es gente muy estricta, que te marca los límites. A mí lo que más me gusta es el movimiento, estar atenta a lo que pasa y fotografiarlo.»

A su lado, Carlos Barreto, de 14 años, uno de los más chicos del grupo, manifiesta: «Me gusta más el blanco y negro que el color. Tambiénme atraen mucho los árboles en invierno. Me gusta fotografiar árboles sin hojas, paisajes simples, el invierno… No me preguntés por qué, porque ni yo lo tengo del todo claro, pero me gusta fotografiar cosas tristes».

«Yo quería saber cómo era esto –cuenta Natalia Godoy, de 19 años–. Siempre saqué fotos, pero en cumpleaños. Quise probar de otra manera. Acá fueron más directos: me explicaron, me dieron una cámara y un rollo, y me dijeron: «Sacá lo que te llama la atención». Y empecé a sacar. Y en el primer rollo me felicitaron porque saqué lo que yo quería expresar. La primera foto fue una chica muy triste, mirando por la ventana con rejas. Parecía encerrada. Y logré rescatar esa imagen. Después vino lo que para todos es hasta ahora mi mejor foto. Mi cuadra, un día de lluvia. Es mi calle inundada. Yo quería mostrar mi realidad, que no es otra cosa que la pura miseria, pero desde un costado artístico, porque el arte no te aleja de la realidad. A las villas las podés ver desde adentro o desde afuera. El que la mira desde afuera nunca sabrá que acá también, a veces, pasan cosas buenas.»

Natalia vive con sus padres, un abuelo y un sobrino. Trabajaba en una fábrica de zapatillas. «La fábrica se mudó y tuve que dejar, porque no puedo pagarme cuatro colectivos por día», cuenta.

Las fotos de Ciudad Oculta tomadas por los chicos llegaron lejos, más allá de su dura geografía urbana y hasta de sus propias ambiciones. Recorrieron el país y el mundo –desde la Feria de Artesanías de Mataderos hasta el Centro Cultural Borges y el Cambridge Multicultural Arts Center de Boston– y fueron, y son, tema de estudio en varias escuelas de arte y universidades.

Pero ¿por dónde pasa el interés hacia estos chicos por parte de algunas de las mejores universidades y museos del mundo? Y, después, ¿hasta dónde serán capaces de llegar los que jamás tendrían la posibilidad de pisar un museo si detrás de ellos no hubiera gente dispuesta a llevarlos o a pagarles el boleto del colectivo?

La respuesta, simple, la dará Rosenthal: «El propio nivel de los chicos y el éxito del programa educativo despiertan ese interés. Muchos profesores y fotógrafos mundialmente reconocidos se han costeado todos los gastos para conocerlos, para estar con ellos en la mismísima Ciudad Oculta. Uno de ellos, Tom Rankin, dijo que lo que conmueve profundamente es la belleza generada desde condiciones muy difíciles y que se trata de una forma de conocer su mundo, que va más allá de una simple documentación. Acerca de hasta dónde podrán llegar, yo diría que hasta donde ellos se lo propongan. Todo depende de ellos. Y también de la suerte, claro».

Por Jorge Palomar

Fotos: Julia Pontieri y gentileza Ph15

Más datos: www.ph15.org.ar

Ph15, una iniciativa que convoca

La Fundación ph15 fue creada en agosto de 2000 por Martín Rosenthal, de 52 años, fotógrafo y docente independiente que estudió arte y fotografía en la Escuela del Museo de Bellas Artes de Boston, Estados Unidos. El nombre de la fundación, ph 15, se refiere a las letras iniciales de la palabra fotografía en inglés y al número que identifica a la villa de Ciudad Oculta.

Las clases, a las que acuden chicos y adolescentes de entre 11 y 25 años de una de las villas más peligrosas de Buenos Aires, se dictan todos los sábados en el Centro de Convivencia para la Familia «Conviven», de Ciudad Oculta. A Rosenthal y Moira Rubio –codirectora de la fundación– los acompañan los docentes voluntarios Miriam Priotti, Luciano Casalla y Pablo Altuve, y profesores y profesionales de la fotografía llegados de los Estados Unidos, que se hacen cargo de sus propios gastos.

Durante el primer año, los chicos trabajan con cámaras de bolsillo. En el segundo año, se les entrega una cámara manual y, en el tercer año, estudian fotografía digital. Se les facilitan apuntes, bibliografía, libros e insumos (rollos y papel fotográfico). La fundación cuenta, también, con una red de psicólogos, nutricionistas, médicos y psicopedagogos que trabajan en la Oculta.

Ph15 no cuenta con subsidios permanentes, sino con aportes por única vez. Entre las empresas que la apadrinan, se encuentran la consultora internacional BDO Becher y Mega Photo. El 50% de lo que se recauda por la venta de las fotografías es para el autor y el otro 50% se destina al sostenimiento de la fundación.

La primera muestra de ph15 en Estados Unidos se realizó en el Museo Estatal de Dakota del Norte, que compró nueve obras (una por cada expositor) para su colección permanente. La muestra llegó también a la Universidad de Harvard, donde se vendieron cuarenta obras.

La villa, dura realidad

De acuerdo con el censo 2001, en la Argentina hay 10.070.000 hogares. Según datos publicados por el gobierno nacional en 2004, el déficit habitacional es de 4.000.000 de unidades. Hoy, 4 de cada 10 argentinos viven en casillas de chapa y cartón, techos de zinc y pisos de tierra, con napas contaminadas, sin agua corriente, ni cloacas, ni servicio de recolección de basura. El 44,3% de la población del país (16,3 millones de personas) vive por debajo de la línea de pobreza.

El período comprendido entre 1914 y 1947 resultó clave para la ciudad de Buenos Aires y la región metropolitana. Fue en ese lapso cuando se observó un cambio en la composición de la clase trabajadora: la finalización, en 1930, de la inmigración europea hizo que aumentara la migración desde el interior del país. Estos migrantes, que constituían el 16% de la población metropolitana en 1936, pasaron al 37% apenas 11 años más tarde. Es en este mismo período que se amplía la existencia de las villas miseria, principalmente en terrenos fiscales o deshabitados sobre las cuencas inundables de los ríos Matanza, Riachuelo y Reconquista.

Desde 1962 hasta 1976, la población villera creció a razón de 13.024 personas por año. Actualmente, se estima que unas 4000 personas se incorporan a las villas cada doce meses. Los 24 asentamientos precarios de la Capital Federal albergan a 116.000 personas. De ellos, unos 30.000 viven en Ciudad Oculta.

Salir de la versión móvil