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Más complicaciones para la Casa Blanca

 
La Nación
 
Crecen las acusaciones contra Cheney
 

Dos investigaciones lo involucran directamente en el escándalo de espionaje telefónico y en el CIAgate

 
 
WASHINGTON.- Nuevas revelaciones complicaron ayer la situación del vicepresidente norteamericano, Richard Cheney, que se vio directamente involucrado en dos de los mayores escándalos que sacuden en la actualidad a la Casa Blanca: el espionaje de llamadas telefónicas y el caso de la divulgación de una agente encubierta de la CIA.

En su edición de ayer, The New York Times señaló que Cheney fue uno de los más firmes defensores de ampliar las escuchas telefónicas sin autorización judicial a millones de estadounidenses tras los atentados del 11 de Septiembre.

Cheney y su principal asesor legal, David Addington, dijeron entonces que las escuchas privadas "podían hacerse y debían hacerse" si cualquier persona sospechosa de estar relacionada con Al-Qaeda realizaba llamadas dentro de Estados Unidos, según fuentes de inteligencia citadas por el periódico.

El vicepresidente y su equipo, añadieron las fuentes, argumentaron entonces que la Constitución permitía a las agencias de espionaje tomar ese tipo de medidas para defender al país de posibles amenazas terroristas. Los abogados de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) fueron los que se opusieron a la extensión del programa de interceptación de llamadas telefónicas y correos electrónicos, añadió el diario.

Dos funcionarios de inteligencia de alto rango, que solicitaron el anonimato, precisaron al diario que el equipo de Cheney presionó hasta que los responsables de la NSA rechazaron su propuesta de forma rotunda, arguyendo que había que poner límites. Los abogados de la NSA insistieron en que las escuchas sin autorización legal deberían limitarse a comunicaciones de sospechosos de terrorismo con el exterior.

Varios miembros de la Casa Blanca han reiterado públicamente que todas las actividades de inteligencia son legales y tienen como prioridad indiscutible la protección de los ciudadanos ante amenazas terroristas. Pero muchos legisladores consideran que los norteamericanos deben recibir garantías de que el gobierno cumple las leyes a la hora de proteger los intereses del país y, a su vez, los derechos constitucionales de cada estadounidense.

En ese sentido, varios senadores republicanos y demócratas reafirmaron ayer su intención de someter a un duro interrogatorio al candidato a dirigir la CIA y uno de los principales artífices del programa de escuchas, Michael Hayden. El general Hayden, director de la NSA en ese momento, fue quien diseñó y supervisó la puesta en marcha del controvertido programa de espionaje, que ahora amenaza con obstaculizar la confirmación de su nombramiento en el Senado.

Nuevas pruebas

En tanto, documentos difundidos ayer dejan al descubierto una participación mayor a la admitida del vicepresidente en la divulgación, en 2003, del nombre de una agente encubierta de la CIA cuyo esposo había criticado la guerra de Irak.

En los documentos presentados ante un tribunal, Patrick Fitzgerald, fiscal especial del caso, reveló que Cheney escribió una serie de apuntes sobre la agente Valerie Plame -aunque sin nombrarla- antes de que su identidad fuera divulgada públicamente.

Esas notas muestran que Cheney y su ex jefe de gabinete, Lewis Libby, ya estaban muy interesados en un artículo escrito por Joseph Wilson -ex diplomático y marido de Plame-, poco antes de que se produjera la filtración. Fitzgerald presentó una fotocopia de un artículo que Wilson escribió en The New York Times, en el que planteaba la posible manipulación de información de inteligencia por parte del gobierno poco antes de la invasión de Irak en 2003.

Poco después de que se publicara su artículo, el 6 de julio de 2003, se produjo la filtración de la identidad de su esposa. El fiscal pidió al tribunal que admitiera el artículo en la investigación, con las anotaciones manuscritas de Cheney, porque muestra, dijo, la atención que suscitaban entonces los asuntos a los que se refería Wilson.

Agencias AP y EFE

 
 
 
 
 
 
 
 
elpais.es
 

Los problemas del presidente

George W. Bush se derrumba en caída libre  

La Casa Blanca lucha a la desesperada para evitar el batacazo en las legislativas del próximo otoño

El artífice de la guerra de Irak, el presidente de EE UU, George W. Bush, y su principal aliado, el primer ministro británico, Tony Blair, atraviesan uno de los peores momentos de sus carreras políticas. En el caso de Bush, a menos de seis meses de las elecciones legislativas del próximo 7 de noviembre, que los demócratas quieren convertir en un referéndum contra él, el sondeo de opinión más reciente da a su gestión un respaldo popular del 29%. Durante el último medio siglo sólo los presidentes Richard Nixon y Jimmy Carter le han ganado en impopularidad, aunque aún le quedan dos años por delante para superarles. Su estratega Karl Rove prepara el último combate electoral para, al menos, salvar al Partido Republicano.

JOSÉ MANUEL CALVO  –  Washington

¿Se puede caer más bajo? Siempre es posible, pero no es fácil que George W. Bush tenga menos del 29% de respaldo que esta semana le da el sondeo de The Wall Street Journal. ¿O el presidente menguante no tiene límites? A menos de seis meses de las legislativas, Bush está en caída libre y casi todo lo que toca se convierte en plomo. No es extraño que parte de los republicanos que buscan la reelección le consideren un apestado político, ni que los demócratas quieran convertir las elecciones del 7 de noviembre en un referéndum sobre el presidente.

La debilidad de Bush no es discutible. La tendencia que arrancó con el Katrina en septiembre de 2005 no se ha detenido; después del huracán siguió sin vislumbrarse una salida en Irak y los soldados no dejaron de morir, y el gasto público no dejó de crecer, ni el precio de la gasolina de subir. La coalición republicana que llevó a Bush al poder en 2000 y que le revalidó en 2004 se ha resquebrajado.

La fotografía de otro sondeo, de The New York Times y CBS, da las claves de la situación de un Bush obligado un día sí y otro no a ponerse a la defensiva, algo mortal para un político. Con un 70% de norteamericanos que creen que el país va en dirección equivocada, a pesar de que la situación económica es buena, las constantes del presidente se desploman. Sólo 4 de cada 10 le ven como un líder fuerte, el factor con el que ganó en 2004. Y, lo que es peor electoralmente, los conservadores rebajan notablemente su apreciación presidencial.

Como a perro flaco todo son pulgas, sólo el 13% cree que maneja bien la escalada de los precios de la gasolina, en la que su responsabilidad es marginal; recibe elogios por su plan para reformar la inmigración, pero no en la opinión pública, que le da un 25% de respaldo. Y cuando despide al director de la CIA, Porter Goss, y nombra al general Michael Hayden, su confirmación coincide con las revelaciones sobre la afición de la Agencia de Seguridad Nacional de tener sus propias páginas blancas y amarillas.

Nixon y Carter

Si el presidente tiene tiempo y humor para las comparaciones, sabrá que en el último medio siglo sólo Nixon y Carter le ganaron en impopularidad -aunque aún le quedan dos años para disputar la clasificación- y que sus sondeos son similares a los de su padre en el verano de 1992, poco antes de perder ante Bill Clinton. Aunque Bush ya no se va a presentar, su papel en el partido y sus apuestas históricas -básicamente la de Irak- le obligan a luchar para tratar de frenar el posible cataclismo de noviembre. Por eso está cambiando -demasiado poco, demasiado tarde- a su equipo, desde el jefe de Gabinete hasta el portavoz. Y por eso se multiplica: cuando el USA Today reveló la historia de las bases de datos telefónicos, el presidente salió a defender la legalidad y la eficacia de las medidas; mañana, Bush hablará desde el Despacho Oval para saludar el acuerdo sobre la inmigración y -mensaje a la base conservadora, muy incómoda con el plan- prometer un fuerte incremento en la seguridad de la frontera.

Su estratega, Karl Rove, prepara el último combate de ambos, las elecciones de otoño. Rove tiene mucho trabajo: vender a los jubilados el plan de asistencia médica, publicitar los recortes de impuestos, articular la reforma de la inmigración para no perder ni el apoyo más conservador ni las simpatías hispanas y trazar con los congresistas escenarios de batalla centrados en temas locales, para contrarrestar la estrategia del referéndum sobre Bush. Otros factores -un descenso en el precio de la gasolina o una mejora en Irak- son incontrolables incluso para el todopoderoso Rove.

Para estimular a las bases -las elecciones se pierden por la abstención del fiel- Rove usa una amenaza real: si los demócratas ganan una o las dos Cámaras, el Capitolio se convertiría en un infierno para Bush. Y tiene razón: John Conyers, que sería presidente del Comité Judicial de una Cámara demócrata, ya ha anunciado un posible proceso de destitución por Irak. Lo mismo ocurriría con el debate de las escuchas electrónicas. Los demócratas -que, a pesar del viento de cola, carecen de líder nacional y tienen mediocres dirigentes parlamentarios- se han puesto nerviosos y prefieren que no se hable de eso. El mensaje cae en oídos sordos de una base hambrienta de victoria y de reivindicaciones.

¿Es real la perspectiva de descalabro? Faltan seis meses y muchas cosas por pasar. Los demócratas tendrían que ganar seis escaños en el Senado y 15 en la Cámara sin perder ninguno de los que están en juego. El diseño de los distritos electorales complica los cambios, pero nada parece imposible a estas alturas. Uno de los más perspicaces analistas, Charles Cook, lo explica así: "Parece innegable que un fuerte huracán golpeará a los republicanos en noviembre. Si es de categoría 1, 2 o 3, mantendrán el Senado y probablemente la Cámara. Si tiene categoría 4, la Cámara cambiará de manos, y quizá el Senado. Si el huracán es de categoría 5, las mayorías republicanas pasarán a la historia".

Por David Encina

Periodista

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Trabajador. Asesoría en comunicación social, comercial y política para el desarrollo de campañas. Análisis de servicios al cliente y al público. Aportes para la gestión de redes sociales con planificación estratégica.

Contacto: mencin@palermo.edu / david.encina@facebook.com / encina_david@yahoo.com.ar/ m.david.encina@gmail.com

Más información ver en David Encina V. - PRENSA.
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