La Nación
FESTIVAL EN EL BORGES
Más grupos celtas
Anteayer comenzó en el Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín, un festival de #música celta que se desarrollará hasta el 26 de este mes. Hoy, a las 20, será el turno de Bran y Achaiva da Ponte, grupos que incluyen músicas y danzas de diversas naciones celtas. Esta sexta edición del festival continuará el próximo fin de semana con las actuaciones de Kells y Sete Netos, entre otros. Entradas desde 15 pesos.
RECHAZO MILLONARIO
The Smiths: sin reunión posible
(ANSA) – Los ex integrantes de la banda británica The Smiths rechazaron una oferta de cinco millones de dólares para tocar juntos nuevamente en vivo, en el festival de música Coachella, en Estados Unidos. Según la BBC de Londres, el cantante Morrissey indicó que los miembros de la banda rechazaron la invitación «porque el dinero no lo es todo». El grupo, conformado por Morrisey, el guitarrista Johnny Marr, el bajista Andy Rourke y el baterista Mike Joyce, se formó en 1982 y consiguió éxitos mundiales con temas como «Panic» y «How Soon is Now» hasta su separación, en 1987. En enero último, Marr y Rourke volvieron a tocar juntos en vivo después de casi 20 años, durante un concierto benéfico en Manchester. Eso alimentó la expectativas del regreso. Sin embargo, Morrissey seguirá con su carrera solista. El cantante tiene varios conciertos programados para el próximo mes en Inglaterra.
Sube la temperatura musical con el comienzo de la temporada lírica en el Teatro Colón
HOY
- A las 17, la soprano Silvia Daniel, el tenor Ernesto Bauer y el pianista Gerardo Delgado. Obras de De Falla, Granados, Ginastera, Guastavino y Verdi. En el Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín. Desde $ 10.
- A las 18, «Ernani», en el teatro Avenida (Ver aparte).
- A las 20, Ciclo Amado Mozart, concierto de piano de Mónica Cosachov y otros músicos, de Mozart. En la Casa de la Cultura del F. N. de las Artes, Rufino de Elizalde 2831. Gratis.
MARTES
- A las 20.30, «La bohème», de Giacomo Puccini con dirección musical de Stefan Lano y régie de Willy Landin. En el Teatro Colón, Libertad 621. Sobrantes de abono, desde $ 5.
MIERCOLES
- A las 20, Ignacio Ares (piano), en el Conservatorio Beethoven, Juncal 1264 3° (4811-8938). Entrada libre.
JUEVES
- A las 20, «Ernani», en el teatro Avenida (Ver aparte).
VIERNES
- A las 22, Concierto 30 años del Golpe Militar de Estado de 1976, con la Orquesta Estable y el Coro Estable del Colón y de las solistas Mónica Philibert y Cecilia Díaz. Teatro Colón, Libertad 621. Desde $ 1.
SABADO
- A las 18, Orquesta Sinfónica de Buenos Aires, con dirección de Héctor Moseso. Facultad de Derecho, Figueroa Alcorta 2263. Gratis.
- A a las 20, «Ernani» (Ver aparte).
- A las 21, dúo de Fernando Pérez (piano) y Amalia Pérez (flauta). Casa de la Cultura, Rufino de Elizalde 2831. Gratis.
Orquesta Ideal: debutará el jueves, en Notorious
Donde se respira el mejor jazz. Una propuesta vanguardista dirigida por el contrabajista Mariano Otero
El cielo se quiere caer, la humedad forma una bruma en el deshabitado centro. Es de noche y en la Escuela de Música Contemporánea comienza el ensayo de la Orquesta Ideal, del contrabajista Mariano Otero, que prepara el material para las presentaciones que comienzan el jueves, a las 21.30, en Notorious, Callao 966.
Las actuaciones de la orquesta continuarán hasta junio cuando entren a grabar un disco para el sello S´Jazz.
«El material necesita ser tocado y la idea de las presentaciones es ir ablandándolo para que cuando lleguemos al estudio esté realmente listo», explicó Otero en un receso del ensayo mientras sirve algo de tomar a los músicos.
Una sensación de camaradería planea sobre el recinto en el que aguardan el momento de empezar los saxofonistas Pablo Puntoriero, Carlos Lastra, Mario Cerra y Ramiro Flores, el cornetista Enrique Norris, el trombonista Juan Canosa, el guitarrista Miguel Tarzia, el percusionista Mario Gusso y el baterista Eloy Michelini (después llegará Pepi Taveira para sentarse en los tambores).
En verdad entre todas las agrupaciones que vienen surgiendo como resultado del impulso que ganó el jazz en los últimos años, esta orquesta muestra significativas diferencias.
A saber: su formación tímbrica sale de los habituales cánones pues está apoyada sobre una sólida trama rítmica: piano, guitarra, contrabajo, batería y percusión y un sonido de cañas dado por la presencia de los reeds, es decir, la línea de saxofones.
Por lo general, las big band se apoyan mucho más sobre los bronces, y no es el caso de la Orquesta Ideal.
Las composiciones son originales y están tomadas, como fuente de inspiración, de formas desarrolladas por artistas que tiene prestigio como escritores, tal es el caso de #Charles Mingus o de Maria Schneider, cuyas nuevas propuestas #orquestales marcan el rumbo de la escena jazzística.
Al comienzo del ensayo, el grupo (con las ausencias del trompetista Mariano Loiácono, el pianista Francisco Lo Vuolo, el saxofonista Rodrigo Domínguez y el baterista Sergio Verdinelli) trabajó sobre ciertos arreglos para darles una mayor fluidez y ajuste al tempo; quizás, incluso, definirlo, pues la partitura exigía una velocidad que no lo beneficiaba.
Otero, surgido de ese grupo de músicos que en esta ocasión dirige, se muestra como líder que utiliza el sentido común y una naturalidad amistosa.
En rigor, el alto nivel de los convocados no supone fáciles adhesiones, sin embargo, en este punto hay una suerte de camino compartido por los integrantes de la orquesta.
Luego de varias repasos de algunos «nudos» decidieron repasar todo el material.
«¿«Mingusiana» o «Hacia un lugar»?», consultó Otero al grupo. No hubo uninamidad en las respuestas y arrancó con «Hacia un lugar», un tema que tiene un aire de balada y en el que Ramiro Flores cambia el saxo alto por el clarinete.
Cambios permanentes
El repertorio escrito para la orquesta tiene cambios de ritmo permanentes y algunos montados sobre arreglos que suenan complejos y generadores de una fuerte exigencia sobre los instrumentistas.
En ocasiones, al repasar las partes se notan las ausencias, ya que Otero se queda preguntando quién se salteó tal o cual parte, cuando en realidad no fueron tocadas por ser lugares que ocupan los ausentes.
Pequeño intervalo, donde toman un tinto especialmente servido por Otero en vasos plásticos.
Y vuelven con el tema que a estas alturas deja entrever que sus polifonía está construida por secciones, por partes. No interpretan casi unísonos, más bien construyen una especie de sábana sonora edificada por partes que cada músico toca, de ahí que los ensambles son decisivos para hacer comprensible el material.
En «Hacia un lugar», como también en «Mingusiana», se perciben como cascadas hechas por los saxofones, dirigidas tanto hacia los graves como hacia las tonalidades más altas. Como si de pronto, el sonido subiese por una escalera.
Una fuerte apuesta técnica en cuanto a escritura e interpretación subyace en la propuesta de la Orquesta Ideal que, sostenida sobre una base de sólida consistencia rítmica, promete lograr un alto vuelo melódico.
César Pradines
Los contrastes de la música
En el primer caso todo fue amor y celebración; en el segundo, reavivó un malestar que ahonda el abismo negro que abrió bajo sus pies (y los nuestros).
Libre, más libre que nunca, con el aplomo y la sabiduría que sólo da haber dejado atrás batallas ganadas y perdidas, Joaquín Sabina está otra vez entre nosotros (hoy brindará en el Gran Rex el cuarto de los once agotadísimos shows previstos para esta gira y ya anunció que volverá a fin de año a cantar en un estadio).
Preso, más preso que nunca, asustado, deprimido y obstinado en no reconocer la más mínima culpa, Omar Chabán protagonizó en las últimas horas una ofensiva mediática que fue más bien un sincericidio, que lo terminó hundiendo más en el fango letal de Cromagnon, al que contribuyó con su no hacer y/o su hacer mal.
* * *
«Dense prisa si me quieren enterrar, pues tengo la costumbre de resucitar» («Pasándolo bien», de Joaquín Sabina).
Divo socarrón, mago del palabrerío seductor y pluma insuperable, don Sabina redivivo dejó atrás hondos males del cuerpo y del alma y, una vez más, tocó a nuestra puerta. No hay dudas de que aquí siempre fue muy bien recibido, con sólidas huestes dispuestas a hacerse amansar por sus letras aguardentosas y melancólicamente rocanroleras de amores ríspidos. Pero lo que está pasando ahora -mejor dicho, desde que salieron a la venta las entradas y fueron deglutidas (no hay otra palabra) con una voracidad y velocidad que ni siquiera conocieron los Rolling Stones y U2 en sus recientes pasos por estas tierras- está fuera de todo registro.
Este periodista fue testigo, en el debut de Sabina el martes último, de la euforia inusitada de un público al mismo tiempo tan heterogéneo y tan mancomunado: jóvenes y adultos, gente de traje y vestidos de la manera más informal, todos juntos, cual barra futbolera (pero sin ningún tipo de desborde) que vivaban al autor de «Yo quiero ser una chica Almodóvar«, «Seis tequilas» y tantos otros sonetos y canciones que contienen historias en carne viva. Gente con plenos conocimientos de todas y cada una de sus letras y dispuesta a demostrarlo al cantar, a la par de él, la veintena de temas de esa primera noche.
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Pronto, la Justicia se expedirá sobre la cadena de responsabilidades en los hechos acaecidos en la trágica noche del 30 de diciembre de 2004 en el boliche de Once que produjeron 194 muertos.
Por eso no debe extrañar que en estas horas tantas bocas selladas -la de Patricio Fontanet, líder de la banda Callejeros, presente en La Cornisa y en TN y, particularmente, la de Omar Chabán (anoche volvió a ser emitido el especial de Canal 9)- se hayan abierto para exculparse.
Si la opinión pública tuviese que dar crédito a todo lo que ha venido escuchando de boca de los responsables directos e indirectos -por nombrar sólo a los más conocidos: Aníbal Ibarra, Callejeros, Chabán y, en menor medida, algunos sobrevivientes y deudos de las víctimas-, la catástrofe de Cromagnon sucedió por generación espontánea, una suerte de tsunami u otro tipo de inevitable cataclismo natural que debe ser aceptado con cristiana resignación ya que nadie lo hizo posible: ni el público ni los artistas que llevaban o consentían pirotecnia en lugares cerrados e igual se quedaban; ni los responsables de la seguridad del lugar como quienes debían desde el Estado controlar que ésta se ajustase a la ley; ni los proveedores de materiales que al arder liberan ácidos que matan en pocos minutos, como así tampoco quienes desde el ámbito público autorizan su venta. ¿Yo señor? No, señor. Pues, entonces, ¿quién es el «gran bonete» de esta terrible historia? La lista de responsables que finalmente dictaminará la Justicia tendrá que ser larga y ponderada.
La caída de Aníbal Ibarra -justa o injusta, según se mire- demostró que pretender recuperar la normalidad como si nada hubiese ocurrido -Callejeros quiere actuar en Cosquín el 8 de abril; Chabán se cree una víctima equiparable a los millones del holocausto judío (¡!)- no es posible. El ABC más elemental del derecho indica que producido un daño, alguien debe repararlo. Y, aún así, las cicatrices quedarán para siempre porque ese dolor no se extinguirá jamás.
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«Negra noche, no me trates así, negra noche, espero tanto de ti» («Negra noche», de Joaquín Sabina).
No hay nada más emocionante y hermoso que ver a mucha gente de cualquier edad feliz y divertida reverenciando el trabajo creativo de sus figuras preferidas sobre el escenario. Para que esa magia siga funcionando, en lugar del nefasto e hipócrita «yo no fui», tienen que existir normas bien claras instrumentadas a rajatabla por responsables bien claros. Unicamente así se multiplicarán los Sabina y, entonces sí, Cromagnon sólo será un horror irrepetible.
Por Pablo Sirvén
Cerati-Coleman: juntos, otra vez
A más de veinte años de tocar en el grupo Fricción, se reunieron nuevamente para grabar las canciones del próximo CD solista del ex cantante de #Soda Stereo
Hace veinte años coescribieron las primeras canciones de Soda Stereo y formaron Fricción, una banda de «culto» para el rock local. Ahora, volvieron a trabajar juntos en el nuevo disco solista de Cerati, «Ahí vamos».
Usted conoce a #Gustavo Cerati. Usted probablemente no conozca a Richard Coleman. Pero lo cierto es que el rumor más escuchado en los pasillos de la industria del rock durante los últimos seis meses es el que asegura que el nuevo álbum solista de Cerati es algo así como un regreso al rock y que suena más a lo que hacía con Soda Stereo. ¿A qué se debe semejante afirmación? Básicamente, a que Cerati, según confesó el año pasado, tenía la intención de hacer un álbum con las guitarras bien al frente y para ello reunió a tres de los cuatro integrantes originales de un grupo que formó hace más de veinte años, Fricción, del cual el tal Richard Coleman era el compositor y cantante.
Juntos ya habían escrito las primeras canciones de la prehistoria de Soda Stereo (en los ensayos sonaban prematuras versiones de temas como “Ecos”, “Azulado”, “Doble Vida”). Poco después pautaron los lineamientos básicos de la novedosa propuesta de Fricción (una banda olvidada en el estante “de culto” del rock) y entablaron una de las sociedades musicales más modernas de los años 80, con raros peinados nuevos y todo.
Los protagonistas de esta dupla a prueba del paso del tiempo, hablan por primera vez de su reencuentro musical (que quedó registrado en “Ahí vamos”, el cuarto disco solista de Cerati que llegará finalmente a las bateas los primeros días de abril), recuerdan la grabación del primer álbum de Fricción (del que este mes se cumplen veinte años) y anticipan la edición de un DVD con los dos primeros conciertos del grupo, aún con Cerati como integrante estable (luego, debido a la explosión latinoamericana de Soda Stereo, el músico se bajó del escenario para ocupar el rol de consejero artístico y productor de la banda).
El lado oscuro de Soda
“En esa época se decía que Fricción era el lado más oscuro de Soda”, recuerda ahora Cerati, desde el bunker-estudio donde vive encerrado desde hace seis meses, trabajando en su nueva obra.
“Recién cuando me fui de Soda Stereo nos hicimos muy amigos con Gustavo y armamos Fricción con la idea de probar y experimentar con ritmos y sonidos. No era una banda con proyección, era más que nada una alternativa para cuatro músicos jóvenes y creativos, que necesitaban más de un espacio artístico para satisfacer su visión acerca de lo que necesitaba la música en ese momento”, dice Coleman que, por primera vez, también formará parte de la banda oficial que acompañará este año a Cerati en la presentación en vivo de su disco.
“Hacíamos canciones partiendo desde las guitarras, trabajando con delays y pedales extrambóticos. Además, no sólo los pedales eran raros, sino también nuestros peinados”, sostiene Cerati y Coleman amplía el concepto estético: “En Fricción también experimentamos con luces, con escenografías un poco trash. Era algo decadente y glam al mismo tiempo”.
En marzo de 1986, la escena underground porteña recibía con inquietante espectativa el álbum “Consumación o consumo”, debut discográfico de Fricción. Por entonces el grupo ya no contaba en sus filas con Cerati (figura en el disco como músico invitado), pero se había convertido en la banda mimada del género (basta recordar un show en Palladium, que terminó con Charly García y los tres Soda Stereo arriba del escenario).
“Soda se había hecho masivo y generaba mucho trabajo –explica Cerati–, pero me gustaba mantener esa posibilidad de tocar con Fricción, porque ahí podía delegar más la función como compositor y director de la banda, y me ocupaba más de ser guitarrista. Relajaba mucho más la presión, como seguramente le va a pasar a Richard cuando toque conmigo este año”.
Coleman recuerda que se había armado un revuelo terrible alrededor del grupo: “pero para nosotros era todo una locura, porque lo hacíamos por hobbie, sólo por el placer de tocar y cantar. Fricción nunca fue una banda con proyección, todos teníamos otros proyectos y no podíamos comprometernos a salir a tocar en público. Entonces, cuando nos convencieron de grabar el disco, Gustavo se bajó y subieron otros músicos”.
Así las cosas, a Coleman, Fernando Samalea y Christian Basso (junto al ex Soda Stereo, la formación original del grupo) se sumaron Gonzalo Palacios (“el Gonzo”) en saxo y Celsa Mel Gowland en voces y coros. “Eramos modernos pero bien oscuros, más densos que el resto de la escena y envueltos en una situación un tanto dramática, de fantasía, si se quiere”.
Estudio Unísono: 2006
Veinte años después, Cerati dice que “el Cosmos los volvió a juntar” y, nada es casualidad, mientras grababan las canciones de “Ahí vamos” (uno de los discos más esperados este año por la industria), Samalea (el tercer integrante de Fricción que forma parte del nuevo grupo del ex Soda) encontró unas filmaciones inéditas de las primeras presentaciones de la banda. “Es un documento bárbaro que queremos editar en formato DVD, y al que le sumaremos algunas entrevistas a los protagonistas de esta historia”.
–¿Por qué llamaste a Coleman para grabar este disco?
Cerati: –Con Richard siempre hubo una amistad del corazón. Vivimos juntos un momento de nuestras vidas de absorción, las primeras experiencias que nos desarrollaron como músico. Hemos tenido altibajos en nuestra relación, pero siempre estuvimos cerca, como amigos del alma, eternos.
Si bien en el transcurso de las dos décadas que separan aquel primer encuentro musical de éste, el contacto se mantuvo a través de invitaciones mutuas a conciertos especiales, producciones compartidas (como el primer disco de Los 7 Delfines, la banda de Coleman desde hace más de 15 años) y alguna que otra canción coescrita (como “En el borde” y “Terapia de amor intensiva”, registradas por Soda Stereo), nunca habían vuelto a trabajar tan unidos sobre un material como en aquellos primeros años de Fricción. Bueno, parece que hasta ahora.
–Después de haber grabado este nuevo disco con Gustavo, ¿creés que la química entre ustedes sigue intacta?
Coleman: – Sí, por supuesto. A los músicos nos sucede que una vez que encontramos a otro músico con el que tenemos cierta química, donde existe una especie de comunicación extrasensorial, digamos, eso se mantiene intacto más allá del tiempo. Por ahí ahora hay otros mensajes o herramientas, pero eso está ahí, va más allá de uno. Con Gustavo supimos tocar sin pensar, de memoria, y eso no lo hemos perdido.
A la misma pregunta, Cerati responde: “Richard hizo un viaje a las profundidades del abismo y por un tiempo nos distanciamos bastante, no nos entendíamos, pero ahora lo veo muy bien. Es un músico increíble, que admiro mucho y que, cuando tocamos juntos, me genera placer. De alguna manera, creo que hubo un reencuentro especial con él y con Samalea… viejos amigos que se sumaron a otros más nuevos, como Leandro Fresco, Pedro Moscuzza y Fernando Nalé”.
Los dos se atajan de antemano y sostienen que el nuevo material nada tiene que ver con el sonido de Fricción o el de Soda Stereo, pero, antes de retirarse, confirman el rumor rockero del año: “es un álbum bien guitarrero”.
Por Sebastián Ramos
De la Redacción de LA NACION
Secreto bien guardado
Ni Cerati ni Coleman quieren, por el momento, adelantar demasiado acerca de las canciones de “Ahí vamos”, el nuevo álbum del ex Soda Stereo que los volvió a juntar en un estudio de grabación. El disco, que la compañía se desespera por mantener en el mayor de los secretos, aún no tiene fecha exacta de salida, pero podría llegar a las disquerías durante los primeros días de abril. Además de reunir a las tres cuartas partes de la formación original de Fricción (Cerati, Coleman, Samalea), “Ahí vamos” contó con la participación de Pedro Moscuzza, Fernando Nalé, Leandro Fresco y Capri, entre otros músicos. Un viejo amigo se encargó de la coproducción, Tweety González, que trabajó a la par de Héctor Castillo, un ingeniero de sonido venezolano, residente en Nueva York, que grabó discos junto a David Bowie, Lou Reed y Philip Glass.
El disco incluirá trece temas, entre los que se encuentran títulos como “Al fin sucede”, “La excepción”, “Mal vecino”, “Adiós”, “Médium”, “Bomba de tiempo”, “Crimen”, “Jugo de luna” y “Dios nos libre”.
Lo que en CD no se consigue
«Consumación o consumo»
A veinte años de su edición, «Consumación o consumo», el primer disco de Fricción, es una rareza total en el mercado discográfico, que se consigue sólo en formato vinilo.
De hecho, las únicas dos reedicciones en CD de la discografía de Fricción (que se completa con el segundo álbum, «Para terminar», de 1988) llegaron a las bateas con tapas diferentes, incluso con otros nombres, con el material de ambos discos mezclados y con errores y horrores sin explicación alguna más que la dejadez con la que la industria siempre ha tratado a este grupo.
«De la compañía jamás me llamaron para hacer las reediciones», asegura Coleman.
–A la distancia, ¿cómo ves aquel debut discográfico?
–Era muy joven y me doy cuenta de que algunas ideas funcionaron y otras no, pero en cuanto a la composición, creo que está bien, son cosas que sentía en aquel momento, que necesitaba expresar. Aunque no comparto la estética de García Márquez, hay una frase de él que dice que el novelista escribe toda la vida la misma novela, una y otra vez. A mí me pasa lo mismo. Mi idea es una y lo que voy modificando son las herramientas, los elementos, las piezas con las que juego. Con Fricción senté un precedente para mi visión artística.
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