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«Nos duele que a los padres nos califiquen de violentos y nazis»

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La Nación
Después de la destitución: la tragedia de Cromagnon
El pesar aún perdura en Villa Celina
 

 
Era temprano cuando ayer Pedro García bajó de su auto para comprar rosas. No era una mañana cualquiera. La noche anterior se había quedado despierto hasta tarde siguiendo la cobertura periodística que la televisión le dio a la destitución del jefe de gobierno porteño Aníbal Ibarra.

Ahora, a las puertas del cementerio de Flores, García recordó aquella noche del 30 de diciembre de 2004 en que su hijo Gastón fue al recital de Callejeros y nunca más volvió.

Parecía tranquilo. Tal vez un tanto triste, pero en el fondo conforme por la definición del juicio político. Porque según le dijo a LA NACION, ellos -los familiares de las víctimas de Cromagnon- se tuvieron que hacer cargo de una tarea que le corresponde al Estado.

"Ibarra perdió su gobierno porque no se puso al frente ni se comprometió con la investigación. No se preocupó por proteger a los sobrevivientes ni de ayudar a los familiares de las víctimas. Un gobernante así no puede seguir en su función. Por eso tuvimos que ocuparnos de una tarea que le corresponde al Estado", dijo García.

La de ayer fue una mañana atípica para este hombre de 60 años y su mujer Martina. Después de visitar el cementerio donde están los restos de su hijo de 25 años y dialogar telefónicamente con otros familiares de jóvenes fallecidos, el matrimonio recibió a LA NACION en su casa de Villa Celina, en La Matanza.

"Nos duele que un sector de la sociedad nos califique de violentos. Que nos diga que somos nazis. Nosotros sufrimos mucho y por eso no queremos que esto se repita", dijo García.

La casa era un lugar amplio y bien iluminado. En el aire flotaba un silencio melancólico, que desde hace 14 meses se adueñó de los García. "Hemos hecho muchos cambios en la casa. No para olvidar a nuestro hijo. Sino para tratar de sobrellevar su ausencia. Su habitación se convirtió en una cocina. Y tuvimos que vender el Peugeot 504 rojo con el que él hacía repartos por el barrio", recordó García.

A Gastón todos los querían en el barrio. Era un Calleja, como le suelen decir a los fans de la banda y un fanático de Boca. "Todas las tardes, a eso de las ocho, se iba a escuchar los ensayos de Callejeros. Los músicos viven aquí y mi hijo siempre decía que a Villa Celina la iban a conocer por este grupo de rock… Creo que no se equivocó", señaló el padre.

Aunque el matrimonio intenta sobrellevar la muerte de su hijo, los ojos de los dos se ponen vidriosos cuando hablan de Gastón. Entonces, dejan escapar los recuerdos y acompañan a LA NACION hasta la primera habitación de su hijo menor. "Aquí, Gastón dormía con su hermano. Aún quedan algunas cosas", indicó García y señaló una torre de discos compactos con música de Callejeros, La Renga y los Rolling Stones.

Zapatillas viejas

También recordó Martina aquella noche en que su hijo fue a Cromagnon. "Me quejé por el estado de sus zapatillas. Eran muy viejas y estaban sucias. Se lo recriminé. Y el me respondió que no podía llevar unas buenas porque en los recitales se las destrozaban cuando todos los fans saltaban."

Ahora García se siente más tranquilo. Dice que a su hijo le pintaron un mural junto a la casa donde ensayaba Callejeros antes de la tragedia. Entonces lleva a LA NACION hasta ese lugar situado a cinco cuadras de su casa.

El mural es un bloque homogéneo pintado por el escenógrafo de la banda, Daniel Cardell, y que exhibe la cara de Gastón y la de otro vecino que, en este momento, García no recuerda cómo se llama. "La noche de la tragedia, de Villa Celina salieron 60 chicos y volvieron 59. Mi hijo murió como un héroe. Pudo salir del boliche, pero regresó tres veces a rescatar a otros chicos. La tercera vez fue la última. Se desplomó en la vereda y no volvió a abrir sus ojos."

El relato es interrumpido por Eleazar Torrejón, padre de Cristian, bajista de la banda, que se acerca a saludar al matrimonio. "Qué te puedo decir… todo es una tragedia que no se soluciona con la destitución de un político. Los vecinos apoyan a los familiares de las víctimas y sobrevivientes de Cromagnon, por esos celebran la destitución, pero ya no se puede hacer nada por los chicos", dice y acaricia su perro, el Chiqui: otro "seguidor" de la banda.

García hace una pausa y se acomoda en el living de su casa. Dice que continuará con las marchas y seguirá en la lucha judicial: "No vamos a descansar hasta que los culpables paguen por su negligencia".

Por Jesús A. Cornejo
De la Redacción de LA NACION

 
 
 
 
 
 
 
 
 
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