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Nutrientes, energía, vitaminas y antioxidantes: todo, en el mismo mate

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Clarín

Desde vitaminas y proteínas hasta calcio, hierro y magnesio. Ya sea cebado de forma clásica, helado o como mate cocido; es una buena opción para cuidar la salud.

Mariana Nisebe. De la Redacción de Clarín.com.

mnisebe@claringlobal.com.ar

Matear es una tradición que lleva años y siempre es una buena excusa para unir a la familia y a los amigos. Pero el consumo de yerba mate no sólo tiene beneficios sociales, también aporta nutrientes tales como proteínas, vitamina A, B1, B2, B3, B5, C y E, fósforo, calcio, hierro y magnesio entre otros.

Aún más: investigadores del Instituto Pasteur y de la Sociedad Científica de París, concluyeron que el mate contiene prácticamente todas las vitaminas necesarias para la vida. Y con el fin de incentivar aún más este hábito y difundir los variados beneficios que aporta su consumo, el Instituto Nacional de la Yerba Mate comenzó una campaña en la Costa Atlántica, gimnasios, colonias de vacaciones y demás espacios no tradicionales para apuntalar esta costumbre.

Las opiniones respecto de la benéfica acción fisiológica del mate son coincidentes entre los científicos. Es una poderosa fuente de vitaminas del complejo B, que contribuyen a que el organismo libere y aproveche la energía contenida en los alimentos; además de la C y A. Contiene Potasio, esencial para el correcto funcionamiento del corazón y Magnesio, que ayuda a incorporar las proteínas.

Además, es un poderoso antioxidante, que detiene el envejecimiento celular, aumenta las defensas naturales del organismo, previene el crecimiento de células cancerígenas y disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Por último, hay que mencionar su efecto energizante de sus xantinas, compuestos que estimulan el Sistema Nervioso Central. Dicha estimulación se traduce en excitación, dominando y regulando el esfuerzo intelectual y muscular.

En nuestro país, según datos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria las provincias de Misiones y Corrientes, poseen características geográficas, climatológicas, culturales, entre otras que colocan a la Argentina como el principal productor mundial de yerba mate. Las posibilidades de diferenciación y las bondades de la yerba mate, tales como su condición natural y sus características nutricionales, representan un interesante potencial como producto no tradicional, para ofertar a los mercados mundiales. Esto no es una novedad, dado que la demanda internacional de las infusiones se orienta gradualmente hacia los productos naturales, digestivos, con antioxidantes naturales y equilibrado valor nutricional.


La yerba mate es una hierba sudamericana que sigue ganando admiradores en el mundo.
La planta de la que se obtiene esta infusión, tiene un nombre científico: Ilex-Paraguariensis y pertenece a la familia de las aquifoliáceas, de hojas #perennes. La palabra mate deriva del quechua «mati», que significa vaso o recipiente para beber. Luego, por extensión, el vocablo pasó también a designar a la infusión propiamente dicha. Pero, ¿por qué se dice cebar mate en vez de servir mate?. Cuentan quienes más saben que, en algunas familias antiguas, sólo lo hacían sirvientas especialmente dedicadas a este arte, llamadas cebadoras de mate. La palabra cebar expresa la idea de mantener, alimentar, sustentar algo en estado floreciente. Al decir cebar mate se quiere significar, no el acto de llenar el mate con agua caliente, sino mantener ese mate en condiciones siempre apetitosas.

Y, según cómo o con qué se lo cebe, el mate transmite estados de ánimo o deseos del cebador hacia quien habrá de tomarlo. Está entonces el mate amargo (indiferencia), dulce (amistad), muy dulce (hablá con mis padres), frío (desprecio, indiferencia), con miel (casamiento), hirviendo (odio), con cáscara de naranja (ven a buscarme) o mate espumoso (Cariño verdadero).

El origen de la yerba mate se pierde en el tiempo. Cuenta la leyenda que mucho antes de la llegada de los españoles, un viejito y su nieta, cansados de deambular con su tribu nómade, se quedaron en las serranías cerca de las Cataratas del Iguazú. Una tarde llegó hasta la choza un extraño viajero de tez pálida. El viajero, que no era otro que Tupá (dios del Bien), quiso recompensar la bondadosa atención que el viejo le brindó e hizo crecer una planta cuyas hojas serían calmante de la sed, compañía para las horas de soledad y generoso tributo para las visitas. Tupá les enseño a preparar la yerba para tomarla y los hizo guardianes de la planta y desde entonces se convirtieron en los dioses protectores del yerbatal, Caá Yará (el viejo) y Caá Yarí (la nieta).

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