Los ataques, que ocurrieron una semana después de un espectacular atentado suicida contra el Parlamento iraquí, supusieron un duro golpe al plan de seguridad lanzado en febrero pasado por Estados Unidos para detener la violencia en Bagdad. Sólo en la capital, ayer perdieron la vida 191 personas, en una serie de atentados con bomba contra blancos chiitas, que convirtieron la jornada en la más mortífera desde el lanzamiento del operativo de seguridad.
La trágica jornada y la impresionante cifra de muertos actuaron como un recordatorio de los enormes desafíos que enfrentan las tropas norteamericanas para detener la violencia que sacude a Irak, a más de cuatro años del inicio de la guerra.
La ola de atentados, que amenaza con avivar aún más las pasiones sectarias entre chiitas y sunnitas, ocurrió en momentos en que el presidente norteamericano, George W. Bush, enfrenta una creciente presión de la oposición demócrata para un retiro anticipado de las tropas en Irak.
El mandatario se reunió ayer con los líderes demócratas de ambas cámaras del Congreso, pero no logró llegar a un acuerdo. La oposición, que controla el Capitolio desde principios de año, condiciona la aprobación de nuevos fondos para la guerra al establecimiento de un calendario para el retiro de tropas.
El secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, acusó a la red terrorista Al-Qaeda por los atentados en Bagdad, a los que calificó de "horripilantes". Según dijo el funcionario, con estos ataques los insurgentes intentan "convencer al pueblo iraquí de que el plan de seguridad está condenado al fracaso".
Los atentados en Bagdad aparentemente estuvieron coordinados, ya que se produjeron en un corto período de tiempo.
El más mortífero ocurrió cuando un auto estacionado y cargado con explosivos estalló en medio de un grupo de obreros en un mercado del barrio chiita de Sadriyah. Por lo menos 140 personas perdieron la vida y más de 150 resultaron heridas. Fue el peor ataque individual en la capital desde el inicio de la invasión liderada por Estados Unidos.
Ese mismo mercado había sido escenario de un ataque con bomba el 3 de febrero pasado, cuando 137 personas perdieron la vida. Muchos de los muertos de ayer eran obreros que estaban reconstruyendo el lugar.
"La calle se transformó en una pileta de sangre", dijo Ahmed Hameed, un comerciante que trabajaba en el lugar. La explosión dejó un cráter de dos metros y se oyó a varios kilómetros de distancia. Una nube de humo espesa y oscura se levantó desde el sitio del atentado, donde los bomberos intentaban apagar el fuego de los cuerpos en llamas. Algunos habitantes gritaban, furiosos: "¿Dónde está el plan de seguridad?"
Una hora antes, un comando suicida había estrellado su auto contra un puesto de control de la policía en una de las entradas de Sadr City, el principal barrio chiita de la capital, donde murieron 36 personas.
Un poco antes, otro auto estacionado y cargado de explosivos había estallado cerca de un hospital en el barrio de Karrada, donde 11 personas perdieron la vida. Un cuarto atentado ocurrió cuando una bomba abandonada en un minibús detonó en el barrio de Risafi y mató a cuatro personas.
Gobierno débil
Otras 42 personas murieron o fueron encontradas muertas ayer en distintos incidentes en el resto de Irak, lo que elevó la cifra total de víctimas en todo el país a 233. Fue el segundo día entre los más mortíferos en Irak desde que la agencia de noticias AP lleva un registro de muertos por día, en mayo de 2005. El más sangriento hasta ahora fue el 23 de noviembre pasado, cuando 281 personas perdieron la vida en distintos ataques.
La cadena de atentados de ayer puso más que nunca en duda la efectividad del operativo de seguridad lanzado el 14 de febrero pasado, que prevé el despliegue en Bagdad de 90.000 soldados estadounidenses antes de mediados de año.
Los ataques, además, ocurrieron en momentos en que el débil gobierno iraquí parece desmoronarse, tras la renuncia de seis ministros chiitas, el lunes pasado, en protesta por la negativa del primer ministro Nouri al-Maliki a presentar un calendario de retiro de las tropas de Estados Unidos.
Más de 60.000 civiles iraquíes murieron desde el comienzo de la invasión, según el sitio Iraq Body Count, cuyas cifras se basan en las muertes reportadas por los medios. Un promedio de 100 personas mueren por día, según el coordinador de ayuda humanitaria de la ONU, Jan Egeland.
Agencias AP, AFP, Reuters, EFE y DPA