VERANO 2006 : LA CIUDAD ESTUVO CASI DOS MESES AISLADA DEL RESTO DE SALTA
Aborígenes de doce etnias, con trajes y bailes típicos, se unen a la tradición criolla.
salta@clarin.com
La luna arde en el cielo de Tartagal como la más grande de las guirnaldas. En la plaza central el pueblo se toma una licencia y asiste a las primeras noches de corsos que seguirán hasta el 26. Finalmente, el habitante de esta tierra siempre tiene una ventana abierta a la esperanza, y por allí entra a veces un poco de alegría que alivia sus penas.
Tartagal convive aún con una crisis que estalló con el derrumbe del puente sobre el río Seco en el último día de 2005. La ciudad quedó aislada del resto de la provincia, escasearon los alimentos, aumentaron los precios, abundó la indiferencia de las autoridades y los días de lluvia parecían no tener fin. Desde el sábado, Tartagal tiene puente, aunque provisorio, no sin que antes el pueblo entero protestara a gritos.
Esta vez, la gente ganó las calles pero no para protestar. "La situación está difícil, pero el carnaval es la fiesta de los humildes", dice un joven que mira el desfile que sólo en la primera jornada tuvo casi tres mil participantes. Esperan duplicar ese número el próximo fin de semana. Sólo esta fiesta popular es capaz de desatar tanto alboroto. "El año pasado hubo quienes gastaron los 150 pesos del plan Trabajar en una sola noche, sin importarle si al otro día tenían para comer", revela María José Avila, de la organización municipal.
Murgas, carrozas, disfraces artísticos, comparsas indígenas y agrupaciones de aborígenes llamadas "pim pim" conforman una mezcla de culturas pocas veces vista. "Danzar el pim pim es una manera que tiene mi gente de agradecer a la madre naturaleza lo que nos brinda", dice el cacique Luis Velásquez del pim pim "Yagua", palabra toba que significa tigre.
La danza de agradecimiento contradice a la realidad: "El aborigen tiene un día de comida cada dos años de hambre", dispara Velásquez. Es que, dice, comen bien cuando los candidatos políticos carnean animales para las comunidades. Y como las elecciones son cada dos años, cambian comida por votos.
Doce son los "pim pim" que participan del corso. Tobas, guaraníes, chorotes, wichi, tapiete y coya, son las etnias que mezclan su danza con los criollos. Las mujeres usan largos vestidos de colores llamativos y sus pies descalzos dan pequeños saltos. Tomados de la mano, los varones lucen máscaras artesanales, flecos multicolores en la ropa y recorren las ocho cuadras adornadas con guirnaldas.
Sin embargo, también entre las etnias se marcan distancias. "La etnia guaraní es más civilizada que las otras. En nuestra comunidad hay maestros, profesores, enfermeros. Los wichi, en cambio, esperan que todo les venga de arriba. Nosotros protestábamos para pedir trabajo, no regalos", dice a Clarín Antonio Fernández, un guaraní, que lleva catorce años en el municipio.
Las comparsas indígenas impactan con las plumas de sus grandes gorros y sus tumbadoras. El varón usa grandes máscaras que ocultan su estado de ánimo. Aunque, se sabe, el carnaval es la fiesta en la que todo vale. Sólo hay que bailar, para algunos la mejor fuente de energía donde recargar el espíritu hasta el año próximo.
El agua de color marrón chocolate, con la presencia de hormigas y hasta pequeños alacranes, fueron el disparador de la ira y preocupación de los vecinos de villa Güemes, al noroeste de la ciudad. Unas 20 personas reclamaron en la plaza central portando frascos que mostraban el mal estado del agua que llegaba a sus casas.
"Fuimos a un escribano con las muestras del agua, y él nos recomendó que nos dirigiéramos a la policía, pero no nos dieron importancia", se queja a Clarín Aida, una ama de casa que espera una solución, preocupada por la salud de su familia.
El hospital Juan Domingo Perón, de Tartagal, se encarga de realizar un control periódico del agua. "Hasta el momento no encontramos ninguna bacteria que ponga en peligro la salud de la población", explica a Luis Fidel Martínez Negri, quien reconoce que, en algunos barrios, el agua sale de color marrón aunque se "comprobó su potabilidad."
Según el médico, el número de consultas por problemas derivados por el consumo de agua presuntamente en mal estado no subió. "La atención de casos está dentro de los parámetros normales para la época. Estamos en verano, donde por lógica sube el promedio de síntomas diarreicos", dice Negri.
Los vecinos más afectados son los de la localidad de Coronel Cornejo, que carecieron del servicio durante días. Desde Aguas de Salta, delegación Taratagal, explicaron que el ente regulador les ordenó no emitir facturas a las casas que no recibieron el servicio.
La comparsa artística que gane el primer premio se llevará 5.500 pesos; el ganador en la categoría "saya", 4 mil. Para el "pim pim" el baile aborigen, la cifra es de 3 mil. "Para los pim pim la plata es menor", se queja el cacique Velarde. La respuesta del municipio no se hizo esperar: "El premio es acorde a lo que invierten. Las comparsas gastan más plata en sus disfraces".
Un gorro de comparsa indígena ronda los 700 pesos. Un "tipoi", el vestido de las mujeres, y una máscara artesanal no superan los 30 pesos, explicaron. Mientras las comparsas indígenas tienen tumbadoras y cajas, los pim pim usan cajas, bombos, flautas y pinguyos una flauta más aguda.
5 respuestas a «Pese a su crisis, Tartagal celebra el carnaval con una fiesta de culturas»
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