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POLÍTICA

Presentan la primera encíclica del Papa

La Nación
El pensamiento de Benedicto XVI: se conoció el texto de Deus caritas est

 

El pontífice alemán reflexiona sobre el amor y las acciones de caridad; afirma que la Iglesia no debe ni puede sustituir al Estado

 
  • Es el primer documento de su pontificado
  • Advierte sobre la tendencia al secularismo y deplora que el mundo relacione hoy el nombre de Dios con la venganza, el odio y la violencia

ROMA.- Habla de amor y de sexo, algo sin precedente, la primera encíclica de Benedicto XVI, que invita a «vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo». Y también reflexiona sobre la política, cuya principal tarea debe ser «el orden justo de la sociedad y del Estado», y sobre la Iglesia que «no debe ni puede sustituir al Estado».

Titulada Deus caritas est (Dios es amor), la primera «carta» del papa alemán fue presentada oficialmente ayer en medio de un clima de gran expectativa, pese a que su contenido fue anticipado por el propio Pontífice en los últimos días y adelantado por algunos medios.

Escrita en alemán -pero traducida a seis idiomas, luego de dificultades y correcciones que provocaron el retraso de su publicación-, la primera encíclica del ex custodio de la ortodoxia católica ya ha sido puesta bajo la lupa.

A nueve meses de su elección como jefe de la Iglesia Católica, los analistas aún quieren terminar de entender cuáles son las verdaderas preocupaciones de Joseph Ratzinger, un teólogo de casi 79 años, elegido para seguir la línea de Juan Pablo II como «papa de transición», famoso por sus posiciones conservadoras. Pero que sorprendió a todos al escribir su primera encíclica sobre el amor, hablando además sobre el sexo entre el hombre y la mujer.

«Se trata indudablemente de una encíclica programática, en el sentido más alto y comprometido que debe atribuirse al adjetivo «programático»», dijo a la prensa internacional el cardenal italiano Renato Martino, durante la presentación oficial del documento, en la Sala de Prensa del Vaticano. Martino, presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, estuvo acompañado por monseñor Joseph Levada, sucesor de Ratzinger en la Congregación de la Doctrina de la Fe, y monseñor Josef Cordes, titular del Pontificio Consejo Cor Unum, el dicasterio vaticano que se ocupa de las actividades caritativas.

«El fin de la encíclica es oponerse a la tendencia actual de olvidar a Dios, es decir, a la tendencia del secularismo», sostuvo el también alemán Cordes al recapitular Deus caritas est, una encíclica que en su segunda parte lleva la impronta de Juan Pablo II, que antes de morir había pedido trabajar un texto sobre la caridad.

La encíclica está fechada el 25 de diciembre último y es la número 264 en la historia de la Iglesia. Al firmarla, el Papa apareció junto al arzobispo argentino Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado.

Un mundo de violencia

«En un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio y de la violencia, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto. Por eso, en mi primera encíclica deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás», escribe el Papa.

Como había trascendido, el texto comienza con la primera carta de San Juan, que dice: «Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él».

De 78 páginas en su versión en español, la encíclica se divide en dos partes muy distintas. La primera es una reflexión teológico-filosófica bastante compleja sobre el «amor» en sus diversas dimensiones -eros (amor posesivo) y agape (amor que descubre al otro y ansía el bien del amado)-, en la que el Pontífice precisa algunos datos esenciales del amor de Dios hacia el hombre, y de la relación intrínseca que ese amor tiene con lo humano.

La segunda, en cambio, es más concreta y versa sobre la caridad, es decir, el ejercicio del mandamiento del amor hacia el prójimo.

En la primera parte, al margen de la Biblia, el papa Ratzinger cita a Platón, Aristóteles, Descartes y otros filósofos. Tras recordar el vasto campo semántico de la palabra «amor», el Pontífice cita al filósofo alemán Friedrich Nietzsche, que acusaba a la Iglesia, «con sus preceptos y prohibiciones», de convertir «en amargo lo más hermoso de la vida».

Acto seguido, explica que «el hombre es realmente él mismo cuando cuerpo y alma forman una unidad íntima», y que «el desafío del eros puede considerarse superado cuando se logra esta unificación».

«Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia meramente animal, espíritu y cuerpo perderían su dignidad. Si, por el contrario, repudia el espíritu y por tanto considera la materia, el cuerpo, como una realidad exclusiva, malogra igualmente su grandeza», sentencia Benedicto XVI.

«Hoy se reprocha al cristianismo del pasado haber sido adversario de la corporeidad», continúa el Papa, «pero el modo de exaltar el cuerpo que hoy constatamos resulta engañoso».

«El eros, degradado a puro sexo, se convierte en mercancía, en simple objeto que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía», advierte.

«Ciertamente, el eros quiere remontarnos en éxtasis hacia lo divino, llevarnos más allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificación y recuperación», sigue. Ratzinger, que subraya que eros y agape no deben separarse, sino complementarse, y que el mismo amor de Dios es una mezcla de eros y agape, concluye que «a la imagen de Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo».

Relación con el Estado

En la segunda parte de la encíclica, que habla de la caridad como tarea de la Iglesia, y sobre la justicia y la caridad, Benedicto XVI trata temas más políticos.

Asegura que en los tiempos modernos se ha «desvanecido el sueño del marxismo», que aspiraba a una revolución mundial como panacea para todos, pero que existe el problema de la «globalización económica». Al respecto, evoca el «Compendio de la #doctrina social de la Iglesia«, presentado en 2004, como una «indicación fundamental».

Dice que «el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política», y cita a San Agustín, que una vez dijo que «un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda de ladrones».

Al reafirmar la distinción entre Estado e Iglesia, afirma que «la Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible».

La Iglesia «no puede ni debe sustituir al Estado», agrega. Pero «tampoco puede quedarse al margen en la lucha por la justicia», advierte, al señalar que son sobre todo los fieles laicos quienes están llamados a participar en primera persona en la vida pública. El amor, de todos modos, «siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa», sostiene.

«Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales», afirma.

Tras destacar la importancia actual del voluntariado, subraya que la actividad caritativa cristiana debe ser «independiente de partidos e ideologías». Advierte sobre el secularismo de muchos cristianos comprometidos en el servicio caritativo, y recuerda que «quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros».

Por David Encina

Periodista

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Trabajador. Asesoría en comunicación social, comercial y política para el desarrollo de campañas. Análisis de servicios al cliente y al público. Aportes para la gestión de redes sociales con planificación estratégica.

Contacto: mencin@palermo.edu / david.encina@facebook.com / encina_david@yahoo.com.ar/ m.david.encina@gmail.com

Más información ver en David Encina V. - PRENSA.
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