«Ramsés debe estar feliz. Nos habría maldecido desde su tumba si no hubiésemos sacado su estatua de este inimaginable caos de contaminación y fealdad», dijo Zahi Hawass, jefe del departamento egipcio de antigüedades.
El coloso de 83 toneladas de granito, de más de 11 metros de altura y 3200 años de antigüedad, había sido colocado en 1954 frente a la estación ferroviaria central de la capital egipcia, donde las vibraciones del subterráneo y la contaminación de automóviles y ómnibus amenazaban su supervivencia.
La operación de traslado, sin embargo, fue muy criticada debido a su alto costo (1,2 millones de dólares) y porque, en opinión de los más críticos, minaba la identidad del centro de El Cairo.
La estatua se quedará temporalmente en un almacén especial a la espera de ser colocado en el nuevo Museo Egipcio, cerca de la carretera que une El Cairo y Alejandría, cuya construcción terminará en 2010.
Ramsés II reinó en Egipto entre 1279 y 1213 antes de Cristo y es el faraón más popular debido a la inmensidad de vestigios que quedan de su activo reinado.