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Lo que parecía una moda, se ha convertido en una implacable tendencia. El canto gregoriano se consolida como uno de los fenómenos de mayor aceptación en el mundo de la música. Coincidiendo con la Semana Santa, menudean los conciertos por nuestra geografía. Mientras, los monasterios donde se llevan a cabo las conmemoraciones de la Pasión y Muerte de Jesucristo, con Silos a la cabeza, se llenarán de peregrinos, turistas o simples curiosos que acuden ante el reclamo del canto llano.
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Es una opinión común que el canto gregoriano está viviendo un boom si bien los analistas culturales y los cazadores de tendencias no acaban de ponerse de acuerdo sobre cuáles han sido las razones que lo han empujado. A lo mejor no es muy disparatada la impresión que ubica el origen de este movimiento un disco aparecido hace algo más de quince años. Quizá se deba a MCMXC A. D. de Enigma y especialmente al corte Sadeness Part I, donde el músico Michael Cretu –quien, por cierto, grabó este disco en su estudio en España– se atrevía a mezclar ritmos y sonidos contemporáneos con un melodías gregorianas. Los doce millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, con más de veinticinco discos de oro y platino, recuperaron el interés mediático por un ámbito que, anteriormente, tenía mucho de olvidado. Además, la polémica provocada por los sectores católicos más integristas, favoreció el marketing. Ahí estuvieron, sin ir más lejos, las tres bombas que recibía la emisora TRO de Holanda a raíz de su nominación como disco de la semana o la demanda criminal del grupo Kapelle Antiqua de Múnich, a cuyas grabaciones había acudido Cretu en sus mezclas, que, tras la inevitable compensación económica, favorecieron la difusión del conjunto que le había servido de referencia. Pero a los pocos años, se producía otro éxito insospechado, con el relanzamiento de otros dos discos procedentes del Monasterio de Silos cuyas ventas mundiales, hasta hoy y en diferentes reediciones, ya superan los ocho millones de ejemplares.
Uno de los protagonistas de este disco, Francisco Lara, antiguo monje y maestro del Coro de Silos y, actualmente, profesor en la Universidad de Granada, comenta que detrás de las ventas había un hábil trabajo de márketing: “Aunque es verdad que los éxitos tuvieron lugar en las geografías más insospechadas, como Nueva Zelanda, donde no creo que haya mucha tradición”. Al frente de un conjunto seglar, la Schola Gregoriana Hispana del que es director, Francisco Lara acaba de realizar una gira por Portugal en la que, “sin apenas publicidad, hemos vivido unos llenos asombrosos. Y, para contradecir a aquellos que piensan que es simple curiosidad, la gente no se iba a mitad. Si fuera una moda de esas de ‘voy a ver que es esto’, el público no aguanta un programa entero. La gente sabe a qué va”. Para la musicóloga Carmen Julia Gutiérrez, profesora en la Universidad Complutense, y reconocida medievalista, el gregoriano se ha visto popularmente “como una especie de música de complemento de las sesiones anti estrés, yoga o todo el mundillo próximo al chill out y el cajón inmenso de lo que se denominan ‘otras músicas’. El gregoriano se ha incluido dentro de esa oferta por su capacidad de fascinación y por la calidad de muchas piezas”, añade. Carmen Julia Gutiérrez resalta, además, la cantidad de discos que, en la estela del gregoriano, han surgido, incluyendo versiones de canciones de los Beatles interpretadas como si fueran salmos medievales. Misterio medieval Técnicamente, lo que conocemos como canto gregoriano, se aplica al canto de la iglesia católica romana, uno de los cinco repertorios principales del canto latino en la Edad Media que, prácticamente, ha quedado como único en su liturgia. Tal como se conserva en los manuscritos que nos han llegado posteriores al siglo X, está formado por melodías sin acompañamiento, escritas sobre los textos latinos referidos a las celebraciones religiosas. Recibe su nombre de San Gregorio Magno, que fue Papa entre 590 y 604, aunque no está claro el papel que desempeñó en la conformación del repertorio, algo que sigue siendo objeto de debates. Lo que hoy se escucha procede de una tradición acumulada desde entonces y recuperada en el siglo XIX. Como en todo lo que tiene que ver con la música medieval, está lleno de incógnitas. “En teoría era monódico, es decir a una sola voz”, comenta Carmen Julia Gutiérrez, “pero una cosa es la teoría y otra la práctica. No olvidemos que la aparición de los primeros manuscritos es muy tardía y que, anteriormente, las obras se aprendían de memoria. Y si ahora en el monasterio de Silos los monjes se acompañan con órgano, también es probable que lo hicieran en la Edad Media con algún instrumento. Además, no nos cabe duda de que no se hacían de igual forma en todos los sitios”. Así han aparecido diferentes formas de interpretación que han llevado a la confusión del público. “De todos modos, si en la música barroca las nuevas versiones han llevado a un interés especial, en el gregoriano no han sido significativas”, comenta Lara. “Ahí está el ejemplo del Ensemble Organum de Marcel Peres al que, su concepto, se le ha vuelto en contra”, subraya. De todos modos, el boom por el gregoriano ha llevado a algunos estudiosos, a resaltar la necesidad de profundizar en él. Así, el profesor Juan Carlos Asensio, una de las mayores autoridades en este género en España, y director de la Schola Antiqua de Madrid, alertaba, en todo caso, sobre la realidad que implica la transformación del canto gregoriano. “Cada vez son menos las instituciones eclesiásticas que lo practican y más los coros de aficionados o de profesionales que se acercan al repertorio con una óptica que a menudo hace olvidar sus orígenes. De ser una música funcional ha pasado a convertirse en una música de concierto. De integrante esencial de un rito, ha pasado a quedar relegado en el culto, en desventaja de otras músicas”. En su concepto, “el canto gregoriano es algo más que música, algo más que melodía… mucho más que una sucesión de sonidos”. Impulso papal Luis G. IBERNI
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Revive el canto litúrgico medieval en todo el mundo
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