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Siguen desapareciendo personas

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Tiene 8 años y está desaparecida desde el lunes último
Llavallol se moviliza en busca de Evelyn

Evelyn tiene 8 años y nada se sabe de su paradero desde el lunes al mediodía, cuando fue hasta un almacén a comprar una gaseosa para el almuerzo. La familia y la policía están desorientados, y hasta el momento resultaron infructuosos todos los rastrillajes que se realizaron por la zona de Llavallol. La única pista son cuatro llamados telefónicos realizados por la misma persona, quien asegura que la menor se encuentra en buen estado y que no pretende dinero.
Por el caso, decenas de efectivos policiales “peinaron” un amplio sector descampado conocido como Rectorado de Santa Catalina. “Es un monte, en ese lugar apareció el año pasado el cadáver de una chica secuestrada. Lo recorrimos en su totalidad, y no hallamos nada, ninguna punta para seguir”, dijo un jefe policial.
En la desesperada búsqueda, que aumenta en dramatismo con el paso de las horas, participan muchos vecinos, quienes incluso permitieron a la policía el acceso a sus propias viviendas para despejar dudas. Es que a la chica “se la tragó la tierra” a escasos treinta metros de su casa, detalle que ni los investigadores pueden explicar.

Completo desconcierto

El drama para los familiares, quienes en diálogo con este diario expresaron su desconcierto, comenzó el lunes pasado a las 11.30 del mediodía, cuando la abuela de Evelyn le encargó comprar una gaseosa y una lata de tomates para el almuerzo.
“Siempre vamos a comprar a un almacén que está ubicada justo frente a nuestra casa, pero Evelyn regresó diciendo que no tenía la marca de gaseosa que acostumbramos comprar. Por eso, fue hasta otro negocio, que está a una cuadra y media, un poco más alejado, pero atendido por gente que conocemos de toda la vida”, dijo Héctor Ferreyra, tío de la nena.
Según reconstruyó la policía, Evelyn hizo efectivamente las compras en ese local, y al salir fue observada por varios vecinos. “El problema es cuando dobla la esquina, porque ya nadie la vio y ahí es dónde desaparece”, agregó el hombre. En ese tramo de la calle Deán Funes al 300, como único testigo de la verdad sobre la menor, se encuentra una imagen religiosa, donde todos se acercaron durante la jornada de ayer para rezar por el destino de la desaparecida.
Evelyn llevaba puesto un short a cuadro con flores y fondo blanco, una remera naranja con breteles y una campera azul de nylon. “Lo único que tenemos son cuatro llamados a la casa de la chiquita, hechos por un hombre que aseguró tenerla bien cuidada. Además, les dijo que no necesitaba dinero”, finalizó un jefe policial consultado.

MARCADA POR LA TRAGEDIA

La vida de Evelyn parece estar marcada por la tragedia. Hace poco menos de un año, sus padres fallecieron con tres meses de diferencia luego de padecer terribles enfermedades. La chiquita quedó a cuidado de sus abuelos paternos, quienes deben brindarle cuidados especiales por su dependencia a una medicación.
“La nena tiene que tomar una medicación todos los días, es lo que queremos que sepan las personas que se la llevaron, para que tomen conciencia y la liberen antes de que sea peligroso para su vida. No se puede jugar con la vida de una criatura, un angelito que no le hace mal a nadie”, dijo el tío de la menor, Héctor Ferreyra.

Una madre solidaria y su profundo dolor

El caso de la niña Evelyn conmueve a los vecinos de Llavallol, quien aún recuerdan lo sucedido con la joven Elizabeth Noemí Festenese, de 19 años, quien desapareció en septiembre de 2004 y su cadaver apareció diez meses más tarde en el predio del rectorado de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
Delia, la madre de Elizabeth, ayer estuvo acompañando a los familiares de la pequeña Evelyn, tanto para acercar la solidaridad ante una situación desesperante que ella bien conoce, como para reclamar que el esclarecimiento del caso de su hija, en el que “nunca se hizo justicia”, tal como indicó a este diario.
La joven vivía con su familia en Llavallol y el 28 de septiembre de 2004 desapareció de su casa sin motivos aparentes. Sus padres, de inmediato, radicaron la denuncia en la comisaría 4ª de Lomas de Zamora y si bien se investigó a un hombre, con el que habría mantenido una relación sentimental, se lo desvinculó del caso.
Estuvo 10 meses desaparecida, hasta que el 29 de julio de 2005, en el bosque Santa Catalina -que había sido rastrillado por la Policía-, hallaron su cuerpo putrefacto. En su oportunidad, trascendió que una de las principales hipótesis es que había sido atada viva a un árbol y que allí la dejaron morir.
La causa está a cargo del fiscal Ferrari, de la UFI 8 de Lomas de Zamora, “pero nunca se investigó a fondo y aún está impune”, destacó la mamá de Elizabeth.

neuquen24hs.com.ar

María Florencia Pennacchi

Hace un año, cuando Flor desapareció, empezamos a indagar con fiscales, funcionarios y periodistas. Hoy comprendemos por qué todavía no hay nada que nos conduzca a ella. Más aún: entendemos porqué el caso de Flor es uno más, y son miles los casos de personas desaparecidas en las últimas dos décadas.

La Argentina parece ser un país sin memoria, o al menos sin comprensión de su historia; teniendo en su trágico haber 30.000 desaparecidos hoy en día la desaparición de una persona no es un delito. Además, depende del juzgado al que sea adjudicada la causa si va a ser tomada seriamente e investigada o si el fiscal que la lleve adelante va a dejarla dormir en un cajón. Si alguien tiene la desgracia de desaparecer, su búsqueda y aparición depende de la voluntad de un fiscal

Las herramientas de la víctima son prácticamente nulas, el estado argentino parece estar preparado para dar ventajas a los culpables y desproteger a las víctimas. A pesar de la asombrosa cantidad de denuncias sobre el tráfico de personas, «la trata de blancas» que existe a lo largo y ancho de la Argentina, las pruebas de redes de explotación y esclavitud, de prostitución, de testimonios y de lugares allanados donde se encontraron chicas secuestradas y el incremento imparable de las desapariciones en los últimos años, el tráfico y la desaparición de personas no son considerados delitos federales.

Muchas de las personas son sacadas del país y el estado una vez más juega a favor de los responsables, ya que las fronteras nacionales, cuando se solicita información informan sólo que no pueden dar respuestas dado que es tal el descontrol que nadie sabe quién sale o entra del país.

Los funcionarios, gobernantes y autoridades provinciales, nacionales y del gobierno de la ciudad de Buenos Aires al enterarse del caso ofrecieron carteles, teléfonos y algún recurso más mientras el caso tomaba relevancia a nivel nacional, pero luego se olvidaron del hecho, conformando su ética ciudadana con la donación de carteles y de sobadas de lomo. A doce meses de la desaparición de Florencia no tenemos ninguna certeza de lo que está pasando con ella. Nosotros decimos entonces que estos poderes son co-responsables del caso, porque es el Estado el que tiene la obligación de garantizar que todos sus ciudadanos sean libres y ejerzan su derecho a la vida.

Flor tuvo dos desgracias, la primera es haber caído en las manos de alguien que la hizo desaparecer y la segunda es que su caso haya caído primero en la comisaría 23. En estos casos, las primeras horas que transcurren desde la denuncia de la desaparición son definitorias para la resolución; sin embargo no se investigó y ni siquiera se dio intervención a una fiscalía. Así, los primeros cuatro días el caso estuvo en la 23 sin ninguna investigación, una desidia determinante. Después de esta pérdida de tiempo y de presiones constantes, el caso llegó a la fiscalía a cargo del fiscal Marcelo Retes, quien hasta el día de hoy prefiere orientar la causa arguyendo que Flor se fue por su propia voluntad, quitándole relevancia a los testimonios de las personas cercanas a ella quienes afirmamos que jamás se iría por su voluntad. Además existen evidencias indiscutibles: Flor se fue con lo puesto, sin documentos, plata, tarjetas, ninguna de las cosas que Florencia consideraba esenciales.
El fiscal niega que a Flor le hubiese pasado algo; sin embargo hay un testigo clave, parece ser el último que la vio, y que no ha sido citado a declarar; pero paradojalmente se actuó sobre él, con un trabajo de inteligencia y “casualmente” no se pudo dar cuenta de la información porque según dijeron quienes lo investigaron el trabajo estuvo mal hecho y la información se perdió. Retes, el fiscal,  frente al reclamo de las declaraciones de este testigo dijo: «No podemos ubicarlo”. Sabiendo que es la persona que tuvo último contacto con ella y sin trabajar para localizarlo y citarlo a declarar ¿cómo es posible que a una persona a quien se investiga y que es testigo fundamental de una causa  se haya extraviado para la justicia?.

La investigación de Flor fue siempre muy lenta y hace tiempo que está parada; el listado de llamados entrantes y salientes de los teléfonos de Flor demoró meses. Hasta el día de hoy no se ha podido verificar si las morgues aportan datos concretos o no, debido a que no hay un pedido al respecto.

La causa pretende ser cajoneada y que quede en el olvido; hecho que lamentablemente está sucediendo. Al principio la cara de Flor estaba en todos lados, salía en la tele, diarios, las ciudades estaban empapeladas con su foto, era noticia constante y abundante. Con el paso del tiempo dejó de verse su foto, se dejó de escuchar hasta no estar en ninguna parte.

Lo grave de esta situación es que entonces deja de estar presente en la sociedad y entonces no sólo está desaparecida ella como persona, sino que también desaparece esta problemática. Este país sabe muy bien que la gente no desaparece como arte de magia, que en una desaparición hay responsables directos e indirectos, que hay instituciones y un sistema que avala la existencia de las desapariciones. Como sociedad no podemos permitir que esto ocurra, no debemos acostumbrarnos a convivir con las desapariciones, el tráfico de personas, los secuestros, «la trata de blancas»; nosotros también somos responsables de que esta realidad violenta no cambie, el hecho de que estos casos sean cada vez más debe marcarnos el camino para comenzar a actuar, para decir ¡BASTA!.

Ignorar que esta realidad podría tocar a cualquiera de nosotros es una error grave, de esto damos fe, porque Flor es una chica como todas. Flor puede haber sido cualquiera de nosotros, cualquiera puede ser una Florencia en este país y debemos concientizarnos de la gravedad del asunto, porque no hay razón que justifiquen la desaparición de las personas.

Algunas voces juzgaron a Florencia por su estilo de vida, tergiversando la realidad, los hechos concretos, hasta fabulando en algunos casos, olvidándose de que Flor es víctima de la negligencia de una estructura social podrida y viciada. De ninguna manera vamos a permitir culpabilizar a Florencia de su propia desaparición. Este es el peor de los castigos de una sociedad que por no verse al espejo mira para otro lado. Florencia hoy es víctima de la sin razón.

No existe más el «por algo habrá sido». No hoy, a treinta años del golpe de estado.

Una vez más nos vemos en la obligación de denunciar y exigir a los tres poderes del Estado la aparición con vida de María Florencia Pennacchi.
Y hacemos un llamamiento a la sociedad toda a que se pliegue al reclamo por la aparición con vida de Florencia y de todos y todas aquéllos a los que el Estado no ha garantizado su derecho a la libertad y la vida. Porque es el pueblo en su conjunto el que debe exigir que los derechos fundamentales estén garantizados.

«En un país donde no hay justicia, no hay inocentes»

Bergmann Silvina,   Cavilla Cecilia.
DNI: 28.485.777    DNI: 28.485.233
“UNA MADRE DENUNCIA QUE SU BEBÉ DE TRES MESES,
LE FUE ROBADO EN UNA JUGUETERÍA, DE LA CIUDAD DE MENDOZA”

El hecho se produjo el pasado viernes, cuando la madre de Andrés Apaza le pidió a una “amiga” que se lo cuidara unos instantes, mientras hacía una compra en un local cercano.

Al volver, en menos de quince minutos, la mujer a quien conocía desde hace cuatro meses (que se llamaría Ester Soto) y el bebé, habían desaparecido.

Interviene la Fiscalía a cargo del Dr. Marcelo Gutiérrez del Barrio, quien pidió los videos de las cámaras de seguridad de la juguetería Segal, en la calle Godoy Cruz, donde fueron vistos por última vez.

Red Solidaria 011 – 4761 – 7994

Página 12

“Subversivo, terrorista, si desapareció López vos podés desaparecer”.

Dos hermanos que se dirigían a una movilización por la aparición de Jorge Julio López denunciaron que fueron agredidos por policías y llevados a una comisaría donde fueron golpeados y amenazados. En La Plata la agrupación H.I.J.O.S. reiteró que un integrante fue herido con un corte en un brazo. El Encuentro Memoria, Verdad y Justicia convocó para mañana a otra marcha por la desaparición del testigo contra Miguel Etchecolatz.

Los hermanos Ariel y María Montes denunciaron en los Tribunales de Lomas de Zamora haber sido golpeados brutalmente en las dependencias de la comisaría de José Mármol. Se encontraban en un centro comunitario de Almirante Brown junto a 200 manifestantes del Movimiento 26 de Junio, para pedir por la aparición con vida de Julio López.

Según contó Ariel Montes en la denuncia, fueron increpados por los policías que les mostraron armas largas, por lo que decidieron ir a la seccional. “En el camino, entre tres o cuatro agentes policiales me agreden a patadas, me esposan y me arrestan. Después me llevan al patio trasero de la comisaría y me hacen arrodillar. Otra vez patadas y golpes de puño, acompañados de culatazos de armas”, aseguró Montes. El joven agregó que a escasos metros de donde estaba hacían lo mismo con su hermana María. En todo momento les gritaban “subversivo, terrorista, si desapareció López vos podés desaparecer”.

María Agustina Tula, hija de una ex detenida en el Pozo de Banfield durante la dictadura, fue amenazada y su cuñado fue tajeado por dos desconocidos. Tula denunció haber recibido hace unos días un correo electrónico en el que aseguraban que la iban “a picanear”: “Decían que yo era la próxima, que mis viejos se habían salvado pero yo no”, y que “al zurdito del novio de tu hermana lo tenemos enlistado también”.

Página 12

LOS QUE MUEREN CON DROGA EN EL ESTOMAGO

“Mandame el envase”, o “se rompió el envase” dicen los narcos

Entre fines del año pasado y el actual aparecieron siete cadáveres de personas que habían ingerido paquetes de cocaína. Dos de ellos habían sido eviscerados para extraerle la carga. Más de una “mulita” por mes es detenida en Ezeiza tratando de introducir o sacar droga con esa modalidad y la tendencia es creciente según las autoridades.

Por Cristian Alarcón

Son el eslabón más débil. El que puede morir sin ser nombrado: como NN. Como un nadie, en una esquina del Bajo Flores; en el cuarto sórdido de un hotel, en San Telmo; apenas pisan el aeropuerto, cuando llegan a destino y se creen a salvo. Es probable que ni se den cuenta. Que ni siquiera perciban la cabalgata extrema de las palpitaciones del corazón cuando una cápsula de las que llevan en la panza se rompe y la droga ingresa al torrente sanguíneo, mortífera. Entonces sobreviene la inconciencia, el final. Son historias cortas: la pobreza, la necesidad, la propuesta, tragarlas y cruzar las fronteras. Pero no son pocas. Una investigación judicial revela que sólo en la ciudad de Buenos Aires durante los años 2005 y 2006 aparecieron siete cadáveres de personas “ingestadas” con envoltorios de cocaína. Dos de esos cuerpos muestran la cara más sofisticada del negocio global de la droga: una joven mujer y un hombre aparecieron “eviscerados”. Un profesional, al menos un médico cirujano, operó a las mulas para quitarles la costosa carga que llevaban encima. Es parte de la lógica de los negocios del narcotráfico; poco está librado al azar. En los diálogos de los narcos queda claro qué son los correos de drogas para las organizaciones que los reclutan: “Mandame el envase. El envase está temblando. Se rompió el envase”, suelen decirse.

La tendencia creciente es imparable. Las mulas son un método hormiga pero efectivo de transporte de droga. Cada persona puede llevar hasta un kilo de droga. El riesgo de un solo y enorme envío se divide por cientos o por miles. Los grandes embarques en buques que salen de los puertos de Buenos Aires, Campana y Mar del Plata tardan en llegar a destino, y si caen significan pérdidas millonarias. Nada es tan dúctil, urgente y efectivo como un correo humano. Las necesidades del mercado argentino, por un lado, y del mercado europeo, por otro, suelen ser cambiantes. Como en todo juego de oferta y demanda, en el de las drogas, la demanda manda. “Hemos podido comprobar –dice a Página/12 una fuente de la Policía de Seguridad Aeroportuaria– cómo les reclaman por teléfono que necesitan algo expreso. En Europa la avidez es mucha, como la competencia. Cuando hay zonas que se quedan sin mercadería, entonces piden.”

Si es por cantidades se puede comprobar la tendencia con revisar las cifras relevadas por la PSA, bajo la intervención del criminólogo Marcelo Saín, y por la Aduana, las dos fuerzas que controlan los ingresos y egresos de pasajeros en Ezeiza. Según los archivos de la PSA, intervenida por la gestión de Saín, mientras en 2004 no se detectó una sola mula “ingestada”, entre 2005 y agosto de 2006 se descubrió a 15 personas con cocaína en el vientre, más de un caso por mes: un cinco por ciento de los 275 procedimientos realizados. En la Aduana, dirigida por Ricardo Echegaray, no cuentan con datos de 2005, pero en lo que va de 2006 –la información está actualizada hasta septiembre–, de las 52 mulas detenidas, el 20 por ciento estaban ingestadas. En total, entonces, en sólo nueve meses en Ezeiza cayeron 19 mulas ingestadas, a razón de una cada quince días. Si a esta lista le agregamos los siete que murieron, el número de mulas descubiertas sube a 26.

Iñigo

Las radiografías sobre una lámpara en la pared muestran un manchón blanco. En el hospital al que son llevados todos los detenidos en el aeropuerto de Ezeiza supuestamente cargados de droga hoy no funciona el equipo de rayos X: es un repuesto de esos que no se consiguen lo que tiene ampollando a las dos supuestas mulas en observación, con custodia y tras un biombo, una dominicana y un joven paraguayo. Un civil de la PSA de unos 25 años estudia de un libro de derecho penal. Una mujer de civil mira la tele. Dos guardias aduaneros que no tienen 20 años parecen dormitar abombados por el olor a líquidos médicos que satura el ambiente: hay una tercera persona en observación. Sobre la pared hay, además de los esqueletos iluminados de las mulas, un cartel viejo, enmarcado: “Decálogo del desaliento”. En un pizarrón negro alguien ha dibujado unas tripas que marcan la dirección que deben recorrer las cápsulas tragadas hasta salir del cuerpo: intestino delgado, intestino grueso, colon.

A este mismo lugar entró el último 26 de diciembre, inconsciente, Iñigo Larrañaga Lamy. El español, de 31 años, simulaba ser un turista que regresaba a su tierra, Donostia, en el País Vasco, vía Madrid, el destino del ochenta por ciento de las mulas que salen de la Argentina en avión. En su caso, nada tuvieron los médicos para hacer. Una de las cápsulas que llevaba en el estómago y los intestinos estalló. El diagnóstico del forense que le hizo la autopsia, el doctor Trezza, al que tuvo acceso Página/12, dice lo que es habitual en estos casos: congestión y edema pulmonar. “La cápsula se abre en el intestino y entra por vía endovenosa. La mayoría muere por la intoxicación –explica a Página/12 uno de los médicos que atiende a estos pacientes–. La persona de pronto entra en inconciencia. Primero hay una alteración del ritmo cardíaco y se da una fibrilación ventricular, como una muerte súbita. Las aurículas y los ventrículos laten en forma desincronizada. Se produce una alteración en los vasos porque se dilatan y esto produce retención de agua en los pulmones. Por eso el diagnóstico es edema pulmonar.” Apenas esa información recibieron los padres de Iñigo, que nueve días después le ofrecieron una misa para que recibiera los sacramentos y la bendición, y publicaron la convocatoria en un obituario virtual.

Fue en 1994. La sala de terapia intensiva del hospital era entonces un tanto más pobre que ahora. Los médicos recibieron el primer “encapsulado” sin saber qué hacer. Poco a poco los casos fueron aumentando. Hasta que se hicieron habituales a fines de la década. Entonces, con los mismos sueldos de la salud bonaerense, con los mismos equipos, con las misma falta de insumos, a los pacientes de la zona se les sumaron, como parte del paisaje diario, las mulas en reposo. Cuando un pasajero es detectado por las policías del aeropuerto –la PSA y la aduanera– su caso es comunicado a un juez en lo penal económico, y se lo deriva a ese salón de paredes en un beige percudido que se descascara por partes. Los médicos dan allí su silenciosa pelea: “salvarles la vida y hacerlos evacuar”, resume uno de ellos, elegante para decir. Pero lo cierto es que todo resulta más o menos escatológico y trágico aquí. Los seres que respiran este aire viciado, los ancianos decrépitos en sus camas, los enfermeros que a pesar de todo parecen de buen humor, los policías que los custodian comparten este destino sórdido. El hospitalito, además, está repleto de pacientes pobres que buscan calmar sus dolores. Y tiene un nombre que remite a la piedad por los enfermos: Hospital Zonal de Agudos Sor Teresa de Calcuta.

NN

En el rastreo de información perdida en diversos organismos oficiales sobre las víctimas del narcotráfico, Página/12 detectó un trabajo de los médicos forenses de la Suprema Corte de Justicia y de la Morgue Judicial de la calle Pasteur. La pericia buscaba detectar los casos en los que aparecía la presencia de cocaína en los muertos de la ciudad de Buenos Aires. Se hizo en secreto a pedido de la fiscal de Instrucción, Mónica Cuñarro, y hace un mes y medio que el informe escrito por los expertos se encuentra en la Unidad Fiscal de Investigaciones sobre Drogas, Ufidro.

A raíz del estudio, los peritos informaron que hubo seis casos de muertes por absorción de una cápsula –este diario detectó un séptimo caso relevado por la PSA– y otros 59 en que hallaron presencia de cocaína aunque no se determinó si fue causal de muerte o simplemente los difuntos eran consumidores. Al forense Carlos Ernesto Navari, uno de los más prestigiosos peritos del país, le tocó hacer una de las autopsias, quizá la más particular de todas: uno de los dos NN.

Navari desgrana en su informe los datos del correo humano. Era un hombre de entre 50 y 60 años. Medía 1,54. Tez trigueña. Cabello negro canoso. Nariz grande y ancha. Tenía tatuada una letra M en el brazo izquierdo, en el muslo una cruz, y detrás de la pierna una silueta de mujer. Tiraron su cuerpo envuelto en una alfombra en la esquina de Lacarra y Riestra, entre las villas Fátima y Soldati, cerca de Lugano. “Parcialmente eviscerado”, se lee en la causa judicial caratulada como “homicidio simple” que pasó sin grandes novedades de la Fiscalía 8, a cargo de Mariano Salessio, al Juzgado en lo Criminal de Vilma López y por fin a uno del fuero federal.

Lo habían abierto con un corte de 25 centímetros, cruzado por otro de 20 centímetros a la altura del ombligo. El informe de Navari detalla que le habían quitado el intestino delgado atando los extremos con cuerda de albañil; lo mismo habían hecho con el colon, atando en ese caso los cabos sueltos con un cordón de zapatos en el que quedaron restos de cocaína. La intervención quirúrgica post mortem a esta mula fue de tal precisión que los narcos que la vaciaron le dejaron en el cuerpo envoltorios con cocaína sólo en el sigmoide –el último tramo del colon– y en el recto.

Salvadores

Los forenses huyen del periodista como si vieran un fantasma de los muertos cuyo martirio estudian. Los médicos odian hablar. Los policías se cuidan de sus palabras. Los fiscales y los jueces no quieren aparecer. Todos se quejan de lo mismo: están solos, dicen. Aunque, sin ánimo de comparar vulnerabilidades, nadie parece tan desprotegido como los profesionales que atienden la terapia intensiva del Sor Teresa de Calcuta. Allí se comprende mucho de la débil estructura del Estado para avanzar, o al menos para no permitir, entre otras cosas, el avance del narcotráfico.

“Nuestro trabajo es en silencio. Peleamos por la vida de estas personas desde hace mucho tiempo”, dice el médico, un ser de ojos vivaces y porte de soldado en la trinchera: la vista al frente, profundo; la espalda recta, el mentón apenas elevado en señal de dignidad; la desconfianza con el forastero. ¿Qué hace aquí? ¿Qué busca? ¿Para qué hablar de esto que a nadie le importa? “La ingestión de una cápsula es un peligro. Nunca sabemos qué va a pasar hasta que sale la primera. Nunca se sabe en qué tiempo se rompe. Tratamos de hacerlos evacuar. Pero lo que se trata de evitar antes que cualquier otra cosa es la muerte de la mula.”

Y por increíble que parezca, a veces, aun cuando la cápsula ya se rompió, lo logran. Pasó hace poco, en el hospitalito. “A uno le llegan en coma –dice el doctor–. No sabés qué tiempo llevan así. Se practica una intubación orotraqueal desde la boca al pulmón y una reanimación, pero casi en el ciento por ciento de los casos mueren.” Era un capsulero peruano. Venía en un vuelo de Taca, Perú, desde Lima. Se descompuso al llegar a Ezeiza. La policía lo detectó por eso y salió con él en esa única camioneta que tienen y que no siempre funciona, hacia la terapia intensiva, a cinco minutos por la autopista. Los cirujanos lo abrieron a tiempo: ubicaron la cápsula rota, la sacaron y la mula vivió, lo suficiente como para ir presa. Su caso se convirtió en una investigación que permanece en el secreto de sumario y que tiene como objetivo una red internacional.

En la lista de muertes a la del NN envuelto en una alfombra se suma el caso de una mujer de unos 25 años, blanca, de metro 64 de altura, cabellos negros. Apareció flotando en el Riachuelo el 21 de marzo. También había sido eviscerada: tenía una herida de cuarenta centímetros en el abdomen suturada con hilo de lino y algunos órganos con ligaduras de goma. En la Fiscalía de La Boca, donde investigan la muerte, se presentaron algunas personas convencidas de que la mujer era un familiar desaparecido. El fiscal José María Campagnolli ordenó realizar los estudios de ADN, pero dieron negativo en todos los casos.

Durante 2005 Gabriela Noemí Lugo, una chica paraguaya de 22 años, murió en San Telmo, en la habitación número 7 del hotel de Perú 1681. Le había estallado una cápsula en el estómago. De la misma manera terminó Juan José Núñez Reyes, un moreno dominicano de 21 años, un metro setenta. Se descompuso en el taxi, mientras iba al aeropuerto de Ezeiza. Entró muerto al hospital Piñeyro. El 22 de febrero le pasó a José Miguel Castillo Romero, un peruano de 50 años que se descompuso al llegar a Ezeiza, donde pidió ayuda en la enfermería del aeropuerto, pero sin confesar lo que llevaba adentro. Cuando entró en el Sor Teresa de Calcuta ya era tarde. Le extrajeron 47 cápsulas: 286 gramos valuados en unos 1600 dólares en Buenos Aires, y en unos 16 mil euros si seguían, en él o en otra mula, rumbo a Europa.

El relato sobre estos eslabones del narcotráfico es, podría decirse, inviable. Sus huellas se pierden en la prisión o en la autopsia. De ellos quedan apenas las narraciones de los médicos y los forenses. ¿Qué logran ver los profesionales en estos cuerpos? “Vemos que hay otros profesionales que trabajan con esto. La preparación de los que están del otro lado, trabajando también para ellos.” ¿Qué sensación tienen ante estos sujetos?

“Desesperación. En general hacen cosas así porque necesitan sobrevivir. Muchos son engañados, los usan como objetos. La película María, llena eres de gracia es tal cual el cuadro que vemos acá. La sensación es que para el narcotraficante esta persona es algo descartable.” Envases.

 El terror de las “mulitas”

Por C.A.

Cuando se sientan ante el juez algunos de los encapsulados se derrumban. Apenas hablan, pero cuentan. Nunca el relato es muy largo. Saben poco. Los han elegido, reclutado de entre pobres y miserables, para que crucen las fronteras cargados sin poder jamás delatar a nadie. Si acaso llevan un teléfono del contacto en el destino, memorizado. “Lo que vemos –le cuenta un magistrado de la Justicia Federal a Página/12– es mucho temor. Pero una vez presos de alguna manera temen menos, porque lo que en realidad los aterroriza es que las bandas, las organizaciones que los contrataron, los maten para sacarles las cápsulas. Saben que son demasiado valiosas. A veces llevan hasta un kilo adentro, y eso significan unos 50 mil euros al llegar a España.”

Fronteras burladas

“Lo que vemos es una profesionalización en el contrabando. Hace unos años eran sólo bolivianos y peruanos. Pero ahora tenemos casos entre pasajeros europeos y de primera clase. El perfil de la mula ingestada es cada vez más variado.” El hombre de Aduana describe lo que la gestión de Ricardo Echegaray exhibe como uno de sus mayores logros: la construcción de nuevos perfiles de riesgo que faciliten la captura de correos humanos de todo tipo, no solo los que portan droga en el cuerpo, sino también los que la llevan adosada al cuerpo –envainados–, en bolsos de mano, o en las valijas. Para la Policía de Seguridad Aeroportuaria, en manos de Marcelo Saín, las categorías son las mismas y la variedad parecida.

En el caso de Gendarmería Nacional las cifras sobre el crecimiento de las mulas como un fenómeno de época son mucho más elevadas: la fuerza que depende del ministro del Interior Aníbal Fernández es la que controla la caliente frontera norte, por donde el tráfico es masivo y por tierra: allí en 2004 fueron detenidas 101 mulas y en 2005 llegaron a ser más de doscientas, aunque de ellas no se sabe cuántas iban ingestadas.

Las otras dos fuerzas detienen a mulas que vienen en avión desde Perú o Bolivia y a las que salen hacia Europa, sobre todo hacia España. Durante el 2006 las mulas con droga en el estómago que fueron detenidas por la PSA y la Aduana son de las más variadas nacionalidades: un austríaco, dos holandeses, dos alemanes, un español, un sudafricano, cuatro peruanos, dos uruguayos y un brasileño. “Esto es un síntoma de la globalización del narcotráfico, de su transnacionalidad”, le dice a Página/12 una fuente de la PSA.

www.mseg.gba.gov.ar/desaparecidos/

Ficha de persona hallada muerta

 

Lugar : Gardey, Tandil, Pcia. de Bs. As.                                                              

Nombre y Apellido     N.N.                                                                                 

Sexo                     Femenino                                Edad estimada                 30      

Rasgos                  55kg, 1,60mt de estatura, cabello oscuro largo ondulado, tez trigueña, ojos marrones           

Vestimenta              Jean azul, pulóver azul con rayas verdes, amarillas y turquesas, buzo gris claro, zapatos negros 

Relato hallazgo          hallada muerta de un disparo en el rostro el 7 de julio de 2003 en el acceso principal a Gardey, cerca de Tandil      

Observaciones          No identificada                                                                   

Tribunal                Fiscalia Nº 3 de Tandil                                                          

Por David Encina

Periodista

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Trabajador. Asesoría en comunicación social, comercial y política para el desarrollo de campañas. Análisis de servicios al cliente y al público. Aportes para la gestión de redes sociales con planificación estratégica.

Contacto: mencin@palermo.edu / david.encina@facebook.com / encina_david@yahoo.com.ar/ m.david.encina@gmail.com

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