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Venezuela: Chávez ganó la mayoría, pero con una elevada abstención

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Clarín.com

Por primera vez en la historia la oposición no se presentó. Aludió irregularidades, pero los observadores lo negaron. El gobierno se quedó con las 167 bancas del Congreso. El ausentismo llegó al 75 por ciento.
Claudio Alsicioni. CARACAS. ENVIADO ESPECIAL

 

caliscioni@clarin.com

El oficialismo venezolano abrió ayer una etapa inédita en la vida política de este país y obtuvo la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional tras la renuncia de los seis principales partidos de la oposición a participar en los comicios parlamentarios. Para justificar su boicot electoral y su llamado a no sufragar -un episodio sin precedentes- la dirigencia antichavista cuestionó la transparencia del sistema de votación y desoyó informes de veedores internacionales que garantizaron la limpieza del comicio.

La defección opositora, sin embargo, instala ahora varias incógnitas, entre ellas, la de si la gran abstención registrada -cercana al 75 por ciento según datos oficiales- no terminará arrojando dudas sobre todo el proceso democrático. Pero además, y de un modo no menos relevante, si la estrategia antichavista no abre una peligrosa puerta a la inestabilidad.

Según los datos difundidos al cierre de esta edición, el gobierno logró la totalidad de los 167 diputados del Parlamento unicameral. De ese número 114 son propios y el resto de organizaciones aliadas. Se requerían 110 para la mayoría legislativa. Hasta ahora, la oposición contaba con 79 diputados. También se disputaban 12 asientos por el Parlamento Latinoamericano y cinco por el Andino.

La jornada transcurrió sin calor electoral, bajo fuertes lluvias en Caracas y el este del país, y escasa concurrencia a las 27.549 mesas electorales, en su mayoría electrónicas. Este escenario se tradujo en el enorme abstencionismo, un dato clave que será explotado por ambos bandos: el antichavista, para restar legitimidad al gobierno; y el oficialismo, para afirmar -como ayer hizo el presidente Hugo Chávez- que «los viejos partidos están muertos». El voto no es aquí obligatorio. El ministro del Interior, Jessie Chacon, aclaro que el ausentismo de ayer no es récord pues el más alto -83%- se registró en una elección de 1960.

En un día gris, sin otro sol que le hiciera sombra, Chávez aportó la atracción de la fecha con un amplio despliegue de seducción ante la prensa extranjera, que lo siguió entre embrujada y descreída durante su recorrida por el Liceo Manuel Palacio Fajardo, donde votó.

«Hola, mi amor», dijo a una señora mayor que lo miraba arrobada. «¿Cómo estás, mi sol?», saludó a otra, besándole la mano. «Pero querida, ¿qué te pasa?», le preguntó sorprendido a una tercera, a un paso del desmayo, exhausta de la emoción.

Vestido con su típica camisa roja y secándose el sudor con un pañuelo blanco, Chávez demostraba así por qué es un personaje que ya ingresó a la mitología política latinoamericana. «¿Trabajo? A ver, ayuda aquí, un papel para los datos de esta joven», urgió a sus ayudantes ante una estudiante de Ciencias Políticas.

«Mi hijo ascendió a teniente», le comentó una mujer. «¿Cuándo?», preguntó el jefe. «En julio», respondió ella. «Epaaaa, me va a alcanzar ya», le sonrió Chávez, un teniente coronel paracaidista, golpeándole los cachetes. El mandatario saludaba a uno, celebraba a otro, palmeaba a un tercero, «éste tiene cara de sargento», le decía a un cuarto; todos en fin, sucumbían ante el paso de quien no ha perdido una sola elección desde su llegada al poder, en 1998. Esos eran, en esencia, los representantes de su base política, aquella integrada por la clase media que aún le es fiel y por el 80% de la población que vive bajo la línea de pobreza, que sufre el desempleo y que es el beneficiario de un amplio sistema de ayuda social.

Un periodista extranjero, derrotado por el escepticismo, acotó sin embargo ante tanto arroba miento: «Vamos a ver qué hace cuando caigan los precios del petróleo», sostén de la economía.

Luego, en un largo discurso, Chávez fustigó a los partidos tradicionales (Acción Democrática y Copei, que se alternaron en el poder en los últimos 50 años) por haber organizado el boicot: «Los viejos partidos se resisten a morir», señaló y los volvió acusar de complicidad con EE.UU. para «desestabilizar la democracia venezolana». Con su abandono, ambas agrupaciones repitieron una estrategia de deslegitimación ya ensayada desde el referendo revocatorio del poder presidencial al que convocaron en 2004, y que perdieron en las urnas. En ese entonces, también reclamaron la inspección internacional, argumentando que Chávez había cometido fraude, y luego la rechazaron cuando el informe de los veedores les fue desfavorable. Pese al boicot, sólo el 10% de los casi 5.000 candidatos habían presentado su renuncia formal, lo que evidencia el quiebre interno de la oposición.

Con el triunfo de anoche, Chávez queda ahora con las manos libres para volver a imponer una reforma constitucional y alargar su mandato. Pero el gran interrogante lo plantea la actitud opositora que queda marginada del principal foro democrático del país. Ante ese contexto, la gran pregunta era si la actitud antichavista -la de insistir en el abandono de la discusión política cuando el resultado de fuerzas no le conviene- seguirá siendo una particularidad del proceso venezolano o si, por el contrario, servirá peligrosamente de modelo de comportamiento para otros países de la región.

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